El Papa pide purificación a la Iglesia
Benedicto XVI reitera el daño causado por los abusos a menores y expresa su cercanía espiritual a los religiosos, en una misa en la catedral de Nueva York
Actualizado:La Gran Manzana amaneció ayer deslumbrante y sitiada para acoger el penúltimo día del papa Benedicto XVI en tierras estadounidenses. El cabeza visible de la Iglesia católica ha demostrado ser un ídolo de masas a este lado del Atlántico, y por eso no es de extrañar que cerca de quinientas personas se agolparan a la puerta de su residencia, en el Upper East Side, desde primeras horas para dar los buenos días al Pontífice antes de que partiera hacia la catedral de San Patricio.
Pese al temprano despertar y la multitud de feligreses agolpados a la entrada del lugar donde se aloja, el Santo Padre intentó una vez más sintonizar con los católicos neoyorquinos y repartió saludos y sonrisas durante su trayecto al edificio neogótico construido en el siglo XIX en el corazón de Manhattan. A su llegada al templo, en una limusina oscura, el Papa fue recibido por el alcalde Michael Bloomberg, de ascendencia judía.
Entre una ovación sin precedentes, en la que sacerdotes y fieles vitorearon al Pontífice, el regidor no dudó en expresar su respeto y asegurar que «Nueva York es un faro de tolerancia donde un muchacho de la clase media llamado Bloomberg creció para estar finalmente encargado de recibir al Papa». La Quinta Avenida, a rebosar por miles de católicos y curiosos, se rindió una vez más para hacer que el obispo de Roma, que ayer celebraba su tercer aniversario de pontificado, se sintiera como en casa.
Curar heridas
Cerca de trescientos asistentes, en su mayoría religiosos, esperaron ensimismados a que Ratzinger ocupara el púlpito para oficiar una misa en el que el tema central volvió a ser el arrepentimiento por los escándalos sexuales protagonizados por sacerdotes y que han azotado la comunidad católica en EE UU. Rodeado por cardenales y arzobispos, el Pontífice puso de manifiesto que ahora es el momento para curar las heridas y purificarse.
«Quisiera decir unas palabras sobre los abusos sexuales que han causado tantos sufrimientos», dijo en la homilía. «He tenido ocasión de hablar de esto y del consiguiente daño causado a la comunidad de los fieles. Ahora deseo expresaros sencillamente, queridos sacerdotes y religiosos, mi cercanía espiritual, al mismo tiempo que tratáis de responder con esperanza cristiana a los continuos desafíos surgidos por esta situación», agregó el Santo Padre. Dentro del templo otras personalidades políticas como el ex candidato presidencial republicano, Rudolph Giuliani, escuchaban con atención las palabras de Benedicto XVI.
Pese a que el tema central de su primera visita a EE UU haya sido la esperanza cristiana y el esfuerzo por extender la alegría de la fe entre un mundo marcado por el cinismo, el Papa se ha centrado principalmente en limpiar la imagen del catolicismo, salpicado por la oleada de abusos a menores. Por eso, Benedicto XVI ha reiterado en diversas ocasiones que es mejor tener buenos en vez de muchos sacerdotes.
De hecho un alto representante del Vaticano, el cardenal William Levada, explicó que la Iglesia católica romana está repasando su legislación para que los depredadores sexuales puedan ser rápidamente expulsados de la curia. «Se están considerando varias medidas», comentó durante una visita a las oficinas de la revista 'Time'.
Durante su homilía, el Pontífice también pidió por la superación de las divisiones dentro de la Iglesia para lograr la renovación espiritual buscada por el Concilio Vaticano II. «La proclamación de la vida, de la vida abundante, debe ser el centro de la nueva evangelización. Pues la verdadera vida, nuestra salvación, se encuentra sólo en la reconciliación, en la libertad y en el amor que son dones gratuitos de Dios», señaló.
Y en ese afán favorable al diálogo y la comprensión, el Santo Padre visitó el viernes la sinagoga de East Park en Manhattan, en un gesto de amistad hacia la comunidad judía de Nueva York, a quien animó a construir «puentes de amistad» con el resto de las religiones. El rabino mayor, Arthur Schneider, de 78 años, de origen austríaco y superviviente del holocausto, mostró su simpatía y aseguró que los judíos persiguen «un deseo sincero de reconciliación».