Reactivar el poder de la memoria
Colombia es uno de los países más complejos de Latinoamérica. El jerezano Gonzalo Ruiz ha vivido allí y relata a LA VOZ su experiencia
Actualizado: GuardarPasar unas vacaciones en Colombia es una de las opciones que muy pocas personas se han llegado a plantear a lo largo de su vida. La sensación constante de que sus habitantes sobreviven a una oleada permanente de violencia frena a muchos a visitar este país Latinoamericano y si hablamos de instalarse, aunque sea unos meses, en la tierra de Uribe, la cifra seguro que se reduce notablemente. Dentro de ese pequeño porcentaje de osados que prefieren ver las cosas con sus propios ojos se encuentra el jerezano Gonzalo Ruiz.
A sus 28 años, ha vivido una larga temporada en Cuba y Colombia buscando su sitio que siempre ha estado íntimamente relacionado con el cine. Contar las cosas desde otra perspectiva, dejando a los demás que narren sus historias, ha sido una constante en su trayectoria. Se marchó de Jerez para emprender sus estudios de Comunicación Audiovisual y, tras trabajar en un buen puesto de una empresa de la capital española, decidió dar un giro a su vida y marchar a Latinoamérica. «Estuve dos meses en Cuba, pero un amigo colombiano, con el que había trabajado antes en un proyecto, me ofreció un puesto en la Corporación Universitaria Minuto de Dios, donde estuve trabajando de profesor», explica Gonzalo.
Allí inició varios proyectos mientras que poco a poco fue descubriendo la realidad de la Colombia de Uribe. «La primera idea que pusimos en marcha fue Coja Oficio, una serie de ocho microdocumentales donde varias personas nos narran sus historias a través de su trabajo», como comenta este jerezano.
No obstante, y a medida que Gonzalo se fue involucrando con la realidad colombiana, descubrió «un movimiento de resistencia pacífica». «La situación en determinadas zonas de este país es muy complicada. Los paramilitares, la guerrilla y el ejército se encargan de que exista una espiral de violencia constante que los habitantes aceptan con total naturalidad y por ello es importante que existan personas que luchen por cambiar este imaginario colectivo», insiste Gonzalo.
En concreto fue la pequeña localidad de Altos de Cazucá, a escasos kilómetros de Bogotá, la que absorbió al jerezano. En ella, un grupo de jóvenes que forman la Fundación Rayuela «comenzaron a trabajar de forma pacífica. Iniciaron la elaboración de una especie de censo -ya que el Estado tiene abandona a estas zonas- para ver cuántas personas habían en estos asentamientos y lograr que éstas tuviera un sentimiento de dependencia con sus hogares, que hasta entonces no poseían». Así, el trabajo de este colectivo fue tomando importancia poco a poco.
«Ellos han calculado que entre 130 y 180 jóvenes pierden la vida al año en esta zona de Colombia», algo que les hizo reaccionar. «En 2005 hicieron una marcha por el pueblo junto a personas que estaban amenazadas de muerte y que a penas salían de sus casas. Más de 200 colombianos se enfrentaron a la situación que vivían y ése fue el principio. Más tarde, en la plaza principal de Soacha (otra de los asentamientos cercanos a Bogotá) estos jóvenes pusieron 400 ladrillos, por cada uno de los fallecidos, lo que originó que decenas de personas se derrumbaran al tomar conciencia de la situación. Más tarde la escena se repitió en la capital del país, pero allí fueron 4.000 los ladrillos que se colocaron con nombres y fechas», subraya Gonzalo.
Todo estos acontecimientos son el hilo argumental del trabajo que este jerezano tiene entre manos. «A través de este movimiento de resistencia pacífica y su historia he elaborado un documental donde se analiza la actual situación de Altos de Cazucá y donde se muestra como intelectuales, políticos y ciudadanos ven la posibilidad de cambiar las cosas a través de un movimiento pacífico que nace del pueblo y que insiste una y otra vez en la necesidad de mantener viva la memoria», sentencia.
Y es que él, tras su experiencia a lo largo y ancho de todo el país colombiano, cree que el cambio es posible, aunque es totalmente consciente de que «para que éste llegue harán falta muchos años».
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