por la contaminación

Un pestilente olor invade el sureste de Inglaterra

Millones de británicos se ven sorprendidos por un extraño olor, tan desagradable como difícil de definir y procedente, según la dirección del viento, del continente europeo

LONDRES Actualizado: Guardar
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Todos los medios, desde los tabloides sensacionalistas hasta la seria BBC en su principal noticiero, se han ocupado del extraño fenómeno, haciendo cábalas sobre cuál era el origen de la pestilencia, que invadía todo el sureste de Inglaterra, incluida la capital, Londres.

Algunos ciudadanos hablaban de un olor a pocilga, otros creían percibir un olor a estiércol, a aguas fétidas o a algas podridas y había quienes lo atribuían a la acción industrial.

Una ONG llamada Water Aid, dedicada a velar por el agua, ha asegurado que Londres no había apestado tanto desde 1858, cuando se extendió por toda la ciudad un olor espantoso procedente de las aguas de albañal.

El hedor no parece haber respetado tampoco a la monarquía. Un portavoz de la oficina turística de Windsor, tras declarar que el olor resultaba insoportable, ha expresado su esperanza de que Isabel II, vecina de esa localidad, hubiese ordenado cerrar todas las ventanas de su castillo.

El sindicato británico de agricultores sospecha que el olor se debe a que sus colegas holandeses han esparcido estiércol masivamente tras la prohibición de hacerlo en el período invernal. "Es lo que ocurre cuando se obliga a los agricultores a utilizar de una vez todo su estiércol en lugar de hacerlo de manera dosificada durante todo el invierno", ha apuntado el portavoz del sindicato.

Además ha aprovechado la ocasión para advertir al Gobierno de Londres de que no debía caer en la tentación de imponer una medida semejante para el agro inglés, vistas las desagradables consecuencias para el olfato.

La Oficina Meteorológica británica ha tomado finalmente cartas en el asunto para dar una explicación científica: el olor, tan misterioso como desagradable, era pura y simple contaminación, algo que soportan todos los días millones de ciudadanos de la Europa industrial del Norte.

A los británicos sólo les queda ahora esperar que en los próximos días se produzca un cambio de dirección de los vientos para que vuelvan a soplar los mucho más limpios del Atlántico, a los que están acostumbrados.