Prendiendo aprendizajes para un día loable: Día del Libro
Un mundo que baraja su compás a ritmo de alertas y homenajes, en justa medida se deja informar del contenido de un memorable veintitrés de abril para recargar las baterías de un día especial: El Día del Libro. Sí, El Libro, ese compendio de vivencias y experiencias, pensamientos y reflexiones, segmentos en prosa o cadencias en verso que se ofrece a la voluntad de su amable lector, delegándole la virtud de su aportación.
Actualizado:Ciertamente, El Libro nunca perderá su protagonismo singular en la vida del ser humano, como recordara en uno de sus artículos don Gregorio Salvador. Recubre esas pausas de tiempos que cada cual se dedica a sí mismo, y se regala aquello que una escritora o un escritor ha querido legar a la plácida lectura, arriesgándose a interpelar, a al menos a llegar, a un interlocutor anónimo. Aunque quizá se nos haya pasado por la cabeza que esta sociedad de la imagen y de la red reta en pertinaz pulso a El Libro, nunca habrá conflicto. Cada cual guarda su espacio, y el libro siempre supone una gama de aldabonazos, -con mayor o menor éxito-.
Calculo que para alguno de nosotros el Día del Libro nos brinda la oportunidad de ser ir buscando ese obsequio para uno de nuestros seres queridos. Así que, como según te quieres así te das, algunas obras caerán en nuestras baldas de riquezas literarias. Confiemos en acertar y que así sea. Para nosotros, Miguel de Cervantes Saavedra es pasajero portador del parabien de El Libro; desde otras perspectivas, el autor-motivador es otro. Desde 1965, el IBBY promueve la celebración del Día Internacional del Libro Infantil, cada dos de abril, para homenajear y conmemorar el día del nacimiento de Hans Christian Andersen.
Según sabemos, la UNESCO eligió el día 23 de abril como el Día Mundial del Libro, ya que coincidía con la muerte de Miguel de Cervantes, Shakespeare, y del Inca Gracilazo de la Vega. Y en un 23 de abril nacieron o murieron también otros escritores reconocidos como Maurice Druon, Vladimir Nabokov, Joseph Pla, y Manuel Mejía Vallejo. En España se viene celebrando desde 1926.
Con la necesidad que ejercitar el pensamiento y el raciocinio, hemos contemplado una tarea singular para un grupo de estudiantes universitarios. En unas pinceladas os lo cuento. Primero, la ubicación: futuros profesionales de la enseñanza que desarrollarán su quehacer con niños de entre tres a seis años o de entre siete a once años, aproximadamente. Segundo, la meta: El Día del Libro desde la animación a la lectura. Tercero, los recursos: el amplio abanico de la Literatura Infantil. Cuarto, la pauta: El Libro es de todos y para todos, con lo que hemos de llegar a todos.
Creo que algunos de las cabezas pensantes, -o de las subvenciones latentes-, podrán tomar buena cuenta de iniciativas tan elocuentes y sugestivas como las que han descrito este grupo de jóvenes de tercero de carrera. ¿Alguna vez han pensado qué entorno debe tener un niño para que se fije en un libro?, ¿y las ediciones preparadas con refuerzos en audio?, ¿y esas obras por la que los niños acceden a información por el sentido del tacto?, ¿y ?, ¿y ?, ¿dónde están esos venerables contadores de cuentos?, ¿dónde están esos espacios habilitados para animar a la lectura y, cómo no, a oír esas lecturas?
Sería bueno acotar un espacio en la Feria del Libro, -supervisado por algún adulto-, que permitiera encarnar el espíritu de El Día del Libro en alma de Ludoteca. ¿Qué habría allí, además de una gran moqueta y cojines 'divanescos'? Libros y más Libros: Ediciones gigantes que al abrir sus páginas levanten una estructura fantástica, cubos con historias en seis caras -con textos en tinta y en braille-, barajas de cartas por escenas entramadas con recursos táctiles para seguir la historia, auriculares para esa proyección de audiovisuales, (que adaptados para deficientes visuales o/y auditivos, -tipo los editados por CEIAF-), poemas o narraciones en gruesas láminas con huecos donde ubicar la silueta de la palabra nombrada -en peculiar pictograma-, personajes de ficción merodeando por entre esa gente menuda
A veces he visto en el rostro de estos aprendices universitarios ese brillo, que condensa ilusión y picaresca, al imaginar cómo leería Cervantes a los niños. ¿Por qué no soñarlo? cómo serían esos mayores que relatan, cantan, colorean, garabatean a los pequeños esas anécdotas o peripecias entre «El pescador y el pez», «La gata con cascabeles», «La competición entre el sol y el viento».
Tan solo es una versión del Día del Libro desde mi experiencia, y mis sueños. Atrevámonos a ser juglares de los derroteros épicos de una joven intrépida o un sastrecillo valiente, juguemos a ser transmisores de esas retahílas, cancioncillas, adivinanzas, coplillas tan nuestras, y tan migratorias a la vez. Ya en las cuevas nuestros antepasados lejanísimos nos relataban sus acontecimientos, con su sentir y sus latidos. Ya sentenciaba Samaniego en unas de sus fábulas: «Si haces lo que estuviere de tu parte, pide al cielo favor, y ha de ayudarte».