Degrada-ción del oficio
Actualizado: Guardara verdad es que Daniel Anido se ha debido quedar bastante desahogado, eso sí, a costa de ensuciar con su desahogo el periodismo y de ciscarse en cualquier Manual de Estilo que circule por ahí. Su escrito cargado de insultos contra quienes critican los nuevos dogmas de fe de la santa y laica iglesia zapatero-progresista es todo un vademecum de lo impresentable. Con la furia desmedida de un santón de la información herido, este director de la cadena SER prorrumpe en una batería de epítetos contra quienes señala con el dedo acusador de la mas rancia ortodoxia. Lo que le pone de verdad a Anido es el estilo Torquemada pero en versión moderna. Aquí ya no hay judíos pero hay fascistas camuflados por todos lados, quintacolumnistas de la reacción que merecen el hierro y el fuego del sumo inquisidor Daniel, quien, con su nombre profético de visionario de la nueva España unida y plural (je, je) arremete contra los enemigos del Nuevo Régimen. Los insultos de Daniel Anido contra los periodistas que no piensan como él revelan ciertas desviaciones freudianas escondidas en lo profundo del subconsciente, a juzgar por la colección de conceptos que repite machaconamente demostrando su amplio conocimiento del lenguaje. Con todo, le ha hecho un favor al periodismo. Su evacuación en forma de artículo puede figurar en cualquier explicación de lo que no debe ser la profesión, de lo que no es de recibo desde una mínima consideración deontológica (¿conoce Anido esta palabra?) o incluso tan sólo de elegancia en las formas. Y esto sucede al principio de una novena legislatura sobre la que se deseaba cayese el bálsamo de la moderación y el entendimiento, y se arrinconase la crispación y la tensión que no conviniese (ya lo dijo el Presidente: «nos conviene que haya tensión», luego la hay de dos clases, la buena y la mala). No me quiero imaginar como se va a terminar esto pero empieza muy mal, a menos que Anido tome tila. Mientras tanto, la «cloaca» (o sea, la Cope y afines) sufre la mayor propaganda de los últimos tiempos, aunque venga cargada por el demonio (con perdón) ya se sabe que, a las malas, lo importante es que hablen de uno, sea bien o mal, y si es mal, así alimentamos la placidez y el deseable consenso en versión corregida y aumentada, que consiste en cargar las plumas con el odio al que no piensa en onda «Oficial».