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¿Quién saca a hombros al Cala?

Silvestre, conocido en Jerez por su peculiar relación con los toreros, acude a diario al comedor social de El Salvador

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La de Silvestre Cala es una de esas vidas que, si se pudiese retratar, se fotografiaría en blanco y negro. Muchos le conocen en Jerez por su relación con los matadores que vienen a torear a Jerez. Es un fijo en la plaza cuando hay corrida. Y cuando un maestro triunfa en el coso de la ciudad, casi siempre sale inmortalizado en las instantáneas que reproducen los periódicos y en las imágenes de televisión, porque es el encargado de sacarles a hombros. De toda la vida, dicen los habituales en la plaza jerezana.

Todos los toreros le conocen. Saben que cuando vienen a Jerez se lo van a encontrar y que se ofrecerá -con mucha educación siempre- para subirles a hombros y sacarles por la puerta grande si completan una tarde triunfal. Y también para llevarles las maletas al hotel y cualquier recado que pueda hacerles falta. Todo a cambio de la voluntad. Una voluntad, eso sí, que en bastantes ocasiones es de lo más sustanciosa. Hasta 150 euros en los casos de mayor generosidad.

Pero su vida el resto del año, cuando no hay corridas en Jerez, no es de color de rosa a pesar de todo. Por eso lo del blanco y negro. No le sonríe y a duras penas tiene para salir adelante, tal como él mismo relata.

No tiene trabajo y cobra una ayuda mensual de 490 euros. No le llega para subsistir con un mínimo de holgura. Tiene que pagar un alquiler de 150 euros -aunque Cala lo sigue contando en pesetas-. «Y luego vienen la luz, el agua y todas esas cosas», cuenta. Total, que con un poco de suerte le quedan algo menos de 300 euros para subsistir cada mes. «Así que ya me dirá usted cómo vive uno así; no se puede», añade.

Por eso es un habitual del comedor social de las Hermanas de la Caridad. Come allí a diario desde hace más de 30 años. Raro es el día que falla. Dice que es la única forma de poder llegar a final de mes. «Además, lo que nos ponen aquí está buenísimo y uno se acaba acostumbrando», reconoce.

Para las hermanas y voluntarios es casi como uno más de la familia. «Es mucho tiempo viniendo aquí todos los días y es normal que se le coja cariño», afirma Sor Victoria, responsable de la organización del comedor. Toni Guillén, educador social contratado por las Hermanas de la Caridad, también le tiene aprecio, a pesar de llevar sólo 16 meses trabajando allí. Y no deja de asombrarle que «este hombre lleva viniendo aquí todos los días desde antes que yo naciese».

Cala está deseando que llegue la Feria de Jerez. Cuenta las horas que faltan. Es lógico. Durante cinco días tendrá mucha faena y podrá sacarse un dinero curioso que le permitirá vivir con más comodidad durante un tiempo y disfrutar de las fiestas. «Les saco a hombros y les cargo y descargo las maletas, y ellos me dan a mí una propinilla», dice. Reconoce que es algo así como una tradición en el coso jerezano. «Me conocen todos, y soy famoso en Jerez y fuera de Jerez», relata con orgullo.

Silvestre Cala sabe que nunca nadie la sacará a hombros a él. La vida posiblemente tampoco, pero no le importa. Se siente feliz igualmente. Ése es su gran triunfo.