La casa de Juan S. R. donde cometió los supuestos abusos. / A. R.
Ciudadanos

Un anciano de 79 años ingresa en prisión por supuestos abusos a tres hermanos menores

El testimonio de tres adolescentes, de edades comprendidas entre los 13 y 15 años, ha sido decisivo para que la jueza del único órgano judicial de Ubrique ordenara el jueves por la tarde el ingreso en prisión, sin posibilidad de fianza, para un vecino de la localidad: Juan S. R., de 79 años, a quien le acusan sus víctimas de abusos sexuales consumados a cambio de pequeñas cantidades de dinero.

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La denuncia fue presentada el mismo jueves. Los menores que son hermanos, estuvieron acompañados de su madre en el cuartel de la Guardia Civil. El Equipo de Atención a la Mujer y el Menor (EMUME) asumió el caso y tras tomarle manifestación a los adolescentes, acudió a la vivienda del sospechoso en la calle Caracolillo para proceder a su detención.

Según fuentes cercanas al caso, los niños relataron cómo el anciano les ofrecía pequeñas cantidades de dinero a cambio de que fueran a su casa. Allí abusaba supuestamente de ellos y uno de los menores sostuvo en su declaración que en su caso los abusos fueron a más y llegó a haber acceso carnal.

Las supuestas víctimas sitúan los primeros encuentros a finales de marzo, si bien la Guardia Civil investiga si pudieron cometerse actos similares en fechas anteriores. La situación personal de los tres menores les colocaba en una posición especialmente vulnerable. Los adolescentes están acogidos en un centro de la Junta porque su madre, separada y con escasos recursos, no puede hacerse cargo de sus doce hijos.

Los tres que denunciaron regresan los fines de semana a su pueblo y es en ese intervalo de tiempo cuando supuestamente se encontraban con el ahora detenido. A él lo conocían porque su casa está a unos escasos 200 metros de la vivienda familiar. Junto a su madre, los menores estuvieron respaldados durante su declaración en el cuartel por un trabajador social.

Los vecinos de Juan S. R. no daban crédito a lo sucedido. Había quien salía en su defensa: «Es imposible que el pobre Juan haga una cosa así». Aquellos que no sabían que estaba ya en la prisión de Puerto II caían en la cuenta que no sabían nada de él: «Pero no me ha extrañado porque él no solía salir. Sus únicas salidas se limitaban a visitar un campito que tiene su hermana», añadía otro ubriqueño.

A la perplejidad e incredulidad de algunos se unía la rabia de otros. No faltaban las voces que aseguraban que «si se demuestra que ha hecho algo, deberá de pagarlo porque no es lógico que se aprovechen así de unos niños». A pesar de la bondad que destacaban algunos vecinos sobre Juan, otros no dudaban en asegurar que «esto es algo que se veía venir». Para un joven de la zona no era normal ver «a unos niños acercarse a la casa de un hombre de casi 80».

La puerta de su domicilio permanecía ayer cerrada a cal y canto, salvo una ventana de la primera planta que se encontraba abierta. La tranquilidad que se respiraba en la pequeña plaza que hay frente a su casa, contrastaba con la convulsión que se vive en el pueblo.