A pepa, 'la del polígono'

Existen personas que nos dan lecciones de vida cada día, desde su sencillez y desde su humildad, sin grandes palabras, sin discursos elaborados, con su simple testimonio. Algo así me pasó cuando conocí a Pepa, La del polígono. Por aquel entonces yo era delegada municipal y me tocaba reunirme con las asociaciones de mujeres. En el polígono entonces había dos asociaciones de mujeres, una más afín al partido al que yo representaba y otra menos afín; es decir cercana al partido que en ese momento representaba la oposición, de forma tal que la primera vez que me tuve que reunir con las mujeres de Nueva Ilusión hubo una especie de desconfianza compartida. Aún así, su presidenta, Pepa, me escuchó con interés y respeto y me habló con una claridad meridiana de los problemas del polígono, sin anestesia, sin edulcorar un ápice la realidad, aún a sabiendas de que el gobierno al que yo representaba era en parte responsable del mantenimiento de aquellos problemas (los gobiernos siempre son responsables de lo que suceda a su alrededor, sea o no de su competencia). Ella tenía claro que yo era su adversaria política, pero tan claro como eso sabía que entre dos mujeres siempre se pueden establecer lazos de complicidad, y así fue. Desde el respeto comenzamos una relación que nos llevaría a lo largo de años a compartir experiencias fructíferas para ambas, me enseñó que la diferencia en las ideas no han de suponer una traba para las relaciones personales, tampoco para una sincera amistad y admiración mutua.