El Valencia levanta su séptimo título ante un Getafe que derrochó ganas e ilusión
Dos cabezazos en los primeros diez minutos decantaron para los ché un partido con más emoción que fútbol Los madrileños pierden su segunda final consecutiva
Actualizado: GuardarSin brillo pero con la pegada de los pesos pesados y el aguante de los púgiles curtidos en mil batallas, el Valencia se coronó campeón y destrozó las ilusiones de un Getafe que no se rindió ni tras encajar dos goles en apenas diez minutos pero está fundido en lo físico y en lo anímico. Ni el apoyo del Rey pudo dar a los madrileños el empuje necesario para no perder su segunda final en dos años. Lo que es el fútbol. Resulta que ahora el cuestionado Koeman podrá presumir de conducir a los ché hacia su séptima Copa y, por ende, a la próxima UEFA. El Geta tuvo quizá más fútbol pero el Valencia mucho más gol.
En cuestión de segundos se comprobó que una final es otra historia, un duelo único donde la experiencia suele valer más que la tendencia. A tenor de lo mostrado durante la temporada, lo normal hubiera sido un Getafe en plan mandón, dueño del balón, y un Valencia metido atrás y al contragolpe, fiel al estilo implantado por Koeman. Pero todo lo contrario, al menos en el arranque.
Con más rango, más cuajo y más necesidad, los valencianos salieron dispuestos a imponer enseguida la ley del más fuerte y acobardar al humilde ilusionado que buscaba justicia divina tras caer con toda la desgracia del mundo ante el Bayern. En un visto y no visto, los del Turia marcaron el terreno y destrozaron las débiles defensas del Geta en dos cabezazos.
Sin defensas
Villa, deseoso de recuperar parte del caché perdido, se asoció con Silva en la izquierda y el medido centro del grancanario lo remató Mata con tanta fortuna que el balón se alejó aún más de Ustari tras rozar en Arizmendi. Se cumplía el minuto tres. Cuando los de Laudrup intentaban recuperarse del golpetazo, llegó un córner, otro error monumental de la zaga y un testarazo franco de Alexis. El central por el que el Valencia pagó seis millones de euros al Getafe, más Pablo Hernández y Pallardó, encontraba recompensa tras ocho meses lesionado. Minuto diez y final aparentemente decidida, más aún al ver que Baraja dominaba el centro del campo y superaba en todos los terrenos al prometedor pero neófito De la Red.
Koeman se regocijaba en el banquillo al ver que entre Mata, Arizmendi y Alexis, tres de sus principales apuestas, decantaban la final. Laudrup asomaba del banquillo visitante más nervioso que nunca. No daba crédito a lo que observaba. Pero como este Getafe es inasequible al desaliento y este Valencia tiene una tendencia inevitable a recular, el duelo no se cerró. Quedaba lugar para la emoción, y mucha.
Contra, pletórico en su segunda juventud, se echó a su gente a la espalda, comenzó a lanzar centros y a crear incertidumbre entre los locales. Al borde del descanso, primero puso de los nervios a Moretti, luego forzó un penalti del italiano y permitió que Granero acortara distancias. La jugada fue protestadísima por los ché, ya que Undiano primero ordenó al rumano levantarse y después indicó el punto fatídico a instancias de Fermín, su asistente.
El juego se hizo mucho más vistoso en la reanudación. El Geta se vino arriba, sacó fuerzas de flaqueza y por momentos acorraló a un Valencia cada vez más rácano. Es cierto que Villa gozó de un par de ocasiones a la contra, pero el balón ya era de los madrileños. El Pirata Granero creció con el partido, dejó patente que puede llegar a ser un jugador con mayúsculas, y rondó el gol en varias ocasiones. La más clara, un zapatazo desde fuera del área que se estrelló en el larguero.
Sufría el Valencia y más tras las lesiones de Albiol y Moretti que obligaron a recomponer la defensa. Villa también se rompía y entraba Morientes, ansioso de levantar una Copa que falta en sus vitrinas y a la postre decisivo con el tercer gol. A la desesperada, Laudrup quitaba a un central, Tena, y apostaba por un 9, Braulio. Pero no había forma. El Valencia se consoló con el título y el Geta volvió a llorar sus penas, unas lágrimas del joven que madura.