La víctima viajaba en moto cuando fue abordada por dos encapuchados
Era una bochornosa madrugada de verano. El reloj marcaba las 3.30 horas de aquel 12 de agosto de 1995. El pequeño motor de un ciclomotor empezó a rugir en una de las solitarias carreteras que conducen hasta la urbanización Vallealto, a las afueras, de El Puerto de Santa María. Conducía la joven C.A., que se «dirigía a su domicilio», apunta la sentencia, que recoge el testimonio de la mujer. «Cuando se hallaba próxima a aquel, hubo de disminuir su marcha por estar la calzada cortada por numerosas piedras que había colocado el acusado, Rafael Ricardi Robles, mayor de edad y sin antecedentes penales, junto con otro individuo que no ha podido ser identificado», sigue el auto judicial.
Actualizado: GuardarLa declaración de la mujer detalla como entonces aparecieron dos individuos «con la cabeza encapuchada», que la amedrentaron con unos cuchillos, hasta obligarla a bajar del ciclomotor.
La sentencia judicial sigue: «Lograron trasladarla a pie hasta un eucaliptal cercano carente de luz y de tránsito alguno».
Una vez allí, comenzaron las agresiones sexuales continuadas.
La identificación de Ricardi por parte de la mujer, prueba firme utilizada para condenar al acusado como «autor» -la primera vez- y «colaborador necesario» -la segunda- fue posible gracias a que la joven «le arañó fuertemente la cara consiguiendo romperle la capucha, y ver tanto su rostro como su mirada», detalla la resolución.
«La Fiscalía estudia el caso, para saber la implicación de otras personas en las agresiones, ya que Ricardi fue juzgado por un delito cometido al menos por dos personas», apunta Lorenzo del Río, presidente de la Audiencia Provincial.