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TRIBUNA

La mesa constitucional doceañista

Es la del obispo de Cádiz Acisclo Vera Delgado: lleva la inscripción contracta de su primer apellido, Vera. Fue el prelado, arzobispo de Laodicea y obispo electo de Cádiz, que como presidente (1809-1810) de la Junta Central de España e Indias, organizó la resistencia contra el ejército napoleónico invasor, y preparó y convocó en 1810 a Cortes a las Españas en la Isla de León (Cádiz y la actual San Fernando). Finalizada la Guerra de la Independencia (1808-1814) el Papa Pío VII, liberado de su cautiverio napoleónico, le confirmó como obispo de Cádiz (1814-1818). Recibió por sus servicios a la patria la Real Orden de Carlos III; luciéndola aparece en su retrato episcopal. Este insigne obispo de Cádiz fue pues el promotor de las Cortes Generales constituyentes, que en el templo de la Purísima, oratorio filipense, firmaron sobre su mesa la primera Constitución española, en 1812. Mesa episcopal diocesana que lleva su apellido, y mesa teológica: tiene en su centro una invocación al Espíritu Santo (Spiritus Sanctus illuminet sensus et corda nostra) y en sus ángulos los símbolos de los cuatro evangelios.

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Mesa de gobierno que siendo de Vera se inserta en el doceañismo. Que además en ella se firmó la Constitución, tiene lógica y ha sido tradición continua. Se habla también de otras mesas - Madrid y Carratraca -, que si estuvieron en esas Cortes, que si en ellas se firmó ¿Pero hicieron en carreta tan largos y bandoleros viajes? Una que está en el Congreso de los Diputados: las Cortes se trasladaron de Cádiz a Madrid a finales de 1813, al teatro de los Caños del Peral y después a un antiguo convento cerca del palacio real. Posiblemente sólo es del continuismo de las Cortes allí. Y otra, de comedor señorial, perteneciente a la Fundación Arranz Villa Padierna, del palacio de Fernando VII en Carratraca, localidad malagueña de aguas sulfurosas. ¿Fue obsequio gaditano al rey Deseado?: Es disparatada contradicción, pues Fernando VII, al volver en 1814 de su cautiverio en Valençai (Francia), lo primero que hizo fue, para reinar absolutistamente, declarar nulas la Constitución y las disposiciones de las Cortes de Cádiz. ¿La pidió para tenerla secuestrada? Pienso que la muy Leal Ciudad que al ultimátum francés de rendición respondió el patriótico y contundente «Cádiz fiel a los principios que ha jurado no reconoce otro rey que Fernando VII», y sus Cortes, que habían hecho la proclamación solemne de la Constitución el 19 de Marzo de 1812, por ser aniversario de la subida al trono de Fernando VII, sintiéndose despechadas en su liberalismo, le darían al absolutista rey gato por liebre. «Carratraca, cada cual de su petaca» digo, de su mesa. No se sulfuren allí: café y agua para todos: «Se firmó en varias, y la de Cádiz es Vera, esto es, la verdadera».

Resulta magnífico que la primera Constitución española, monárquica y confesional católica, se firme sobre esta mesa pontifical teológica y a los pies de la Inmaculada, Patrona de las Españas (1760, papa Clemente XII). Y una Inmaculada excepcional que es la postrera y, teológica y estéticamente, la mejor de las que pintó el más profuso y famoso artista universal de bellísimas inmaculadas: Bartolomé Esteban Murillo. Así tenemos que, a impulso de nuestro obispo Vera, promotor de estas Cortes, en el hermoso, singularísimo y mariano Oratorio de San Felipe Neri, dedicado a la Purísima y a la mariología de los siete sacramentos, bajo su cúpula elíptica trinitaria, a los pies de la Inmaculada, Patrona de las Españas, en su templo, bajo su amparo maternal y su simbolismo teológico-apocalíptico de victoria eclesial, en tiempo de cruelísima guerra y asedio extranjero, estando el Papa prisionero de Napoleón y los Estados Pontificios incorporados a su Imperio, con la participación de un gran número de diputados eclesiásticos y de las Españas, se gestó y se firmó, sobre la mesa teológica de nuestro obispo diocesano, nuestra primera Constitución: la Constitución política de la monarquía española, con la que España nacía como nación moderna constitucional de libre ciudadanía. Su texto era proclamado «En el nombre de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, autor y supremo legislador de la sociedad», y establecía (art.12) que «La Religión de la Nación española es y será perpetuamente la católica, apostólica, romana, única verdadera. La Nación la protege por leyes sabias y justas, y prohíbe el exercicio de cualquier otra».

Tal evento nacional así ocurrido, viene a subrayar la relevancia histórica-eclesial-hispana de este templo, que es uno de los cuatro «templos-ases» de la baraja española mariana (Basílica de Covadonga, Basílica del Pilar, Basílica de Guadalupe, Oratorio) que proclaman la presencia de la Santísima Virgen María en los acontecimientos claves de nuestra amplia historia patria. Custodie pues el Obispado de Cádiz, en su propiedad siempre, la mesa constitucional episcopal diocesana, que ya vendrán tentándole adulativamente para que la done «en contraprestación» a tal obra social o cual restauración, realizada con dineros públicos, a las que están, sin contraprestaciones, moralmente obligados. Y recupere la parte del patrimonio del Oratorio que fue tan torpemente dispersada o destruida, porque debe conservar y transmitir íntegro este valiosísimo conjunto eclesial que eclesializa permanentemente: la futura Basílica de María Inmaculada, Patrona de las Españas, constituida símbolo de la comunión nacional e hispanoamericana que en la fe católica reza y canta su alabanza a María en español. Sería una oportuna y monumental contestación eclesial a estos tiempos de sectario y politiquero laicismo anticatólico.