JUNTOS. María Teresa y Antonio, ante a las figuras de cristal que venden.
Jerez

Veteranos emprendedores

Un matrimonio de jerezanos lleva más de treinta años buscándose la vida en el mundo de las ventas

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Antonio Tinoco resbaló y fue a caer, de forma involuntaria, a las listas del paro. De eso hace ya más de treinta años. Como algo había que hacer para que la olla sonara en la cocina cuando llega la hora del Ángelus, a su mujer, María Teresa Güiza, se le ocurrió salir a la calle y vender lo que pillara. «Hijo, hemos despachado todo lo que se te ocurra », comenta. La lista de productos de venta comienza a engordar conforme se nombran cosas. Ropa, fruta, pescado, mantelerías y cantidad de objetos de decoración han pasado como mercancía entre las manos de estos veteranos jerezanos.

Antonio Tinoco, un día de hace siete años, viajó a Algeciras buscando una nave que ofrecía de todo un poco para la venta. «Allí encontramos pequeñitos objetos de cristal que venían desde China. Cuál fue nuestra sorpresa cuando nos dimos cuenta de que aquello se vendía como rosquillas», comenta. Años vendiendo gatitos, perritos, jarritas o zapatitos de cristal -parecidos a los de Cenicienta- para decorar cualquier salón que quiera tener brillos cristalinos. «Hemos llegado a comprar más de un millón de pesetas en miniaturas de cristal», subraya a continuación María Teresa.

De pronto, se abrió la ruta para este matrimonio que ha viajado, más que el baúl de la Piqué, por Andalucía y parte de Extremadura ofreciendo sus pequeños objetos de cristal oriental. «Éramos los únicos que los vendíamos en toda la región», aclara Antonio.

La cosa ha ido a menos. Algunos achaques de María Teresa han propiciado que la maquinaria de ventas que ha mantenido durante años este matrimonio emprendedor se vea, si acaso, algo truncada. «De todas formas, todavía nos queda un resto de cristalitos decorativos. Así que en el Rastro o el mercadillo nos pueden ver todavía. Además, algunas mañanas nos colocamos en el azulejo de la Virgen del Rocío para vender flores, porque todavía nos queda algo de fuerza», sentencia ella.

Mientras las fuerzas acompañen seguirán al pie del cañón nuestros protagonistas, aunque la señora se queja de que «ya no somos ni una cuarta parte de lo que fuimos». Un bache lo tiene cualquiera, y como la olla no entiende de problemas y males, las ventas seguirán viento en popa mientras el cuerpo aguante. Ojalá que al cien por cien por muchos años más.