Botellón incómodo
CALLE PORVERA Que muchos jóvenes encuentren divertido ponerse al borde del coma etílico es algo difícil de comprender, pero es una realidad y una costumbre cada vez más extendida. Entiendo que salir de marcha hoy en día es poco menos que un lujo que los bolsillos de pocos adolescentes pueden permitirse, que cobrar seis euros por una copa en un bar de moda es un abuso y que a esa edad lo normal es hacer lo que hacen los amigos. Pero nada de eso justifica que volvamos la cara a este problema y nos conformemos con las siempre socorridas campañas de concienciación, que sirven más para limpiar las conciencias de los políticos que para aplicar soluciones efectivas.
Actualizado:Lo del botellón está de moda. Y en Jerez bastante. Sólo hace falta darse una vuelta una noche de un fin de semana cualquiera para comporbarlo. Un reportaje publicado por LA VOZ el pasado lunes y firmado por la compañera Blanca Román ponía de manifiesto que numerosos jóvenes jerezanos, en un alarde de pillería, escapan al control y la vigilancia buscando otros puntos, alternativos a los tradicionales y al oficial del botellódromo, para ponerse a tono cada fin de semana. Y que el malestar entre los vecinos no cesa por las molestias que deben soportar sin que nadie haga nada. Es más de lo mismo, pensarán algunos, pero es que eso es precisamente lo preocupante.
Y es que sucede que, mientras esperamos cómo encarar el problema en esta bendita ciudad, nos conformamos con intentar trasladar el botellón a las afueras de la ciudad y evitarnos así el espectáculo. Ojos que no ven, conciencia que no se resiente, podría decirse.