CONCENTRACIÓN. El valencianista Villa se baja del autobús para entrenar en el Calderón.
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Una copa de doble cara

El tenso Valencia necesita el título para salvar la temporada mientras el Getafe disfruta de otra oportunidad histórica

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Final inédita y de marcados contrastes la que protagonizarán este miércoles Valencia y Getafe en el Vicente Calderón, un feudo propicio a encuentros extraños y desenlaces insólitos. Una Copa de doble rostro en la que la gran mayoría de los españoles apoyará a los madrileños porque se encariñaron tras su dramática e injusta animación ante el Bayern de Múnich en el último suspiro y también porque los chés, con su dueño Juan Bautista Soler y su técnico Ronald Koeman a la cabeza, han opositado a la cátedra de antipatía en su trato a símbolos como Albelda, Cañizares y Angulo. Se enfrentan dos estilos, dos formas de vivir el fútbol. El Valencia, que ejerce como local, simboliza el poder. Es uno de los grandes, con seis títulos y nueve subcampeonatos de Copa y un presupuesto casi diez veces mayor que el del 'Geta'. Ha malgastado en torno a 200 millones de euros desde que hace cuatro años Soler tomó el poder. Despide a un técnico como Quique Sánchez Flores cuando el equipo marcha entre los cuatro primeros y sigue vivo en Champions y regala a Koeman un proyecto de tres años sin saber cómo puede resultar. Y provoca un cisma en el vestuario al cargarse a tres pesos pesados y celebrar un juicio.

Salvo Koeman, quien considera que con el título sería una buena temporada, el valencianismo asume que levantar la Copa es una obligación para maquillar un desastre. Baraja ha dicho incluso que si ganan ofrecerán la Copa a los aficionados, les pedirán poco menos que perdón y se marcharán a casa sin más agasajos. Hasta el presidente Agustín Morera, un hombre de Soler, ha reconocido que pase lo que pase la temporada será mala.

Aislamiento 'ché'

Los números, como el algodón, no engañan. Con una victoria en los últimos nueve partidos, tres derrotas consecutivas y 18 puntos en 21 compromisos con Koeman, el peor Valencia en dos décadas observa el descenso a sólo cinco puntos. Si alzan un trofeo ajeno desde que en 1999 el conjunto de Ranieri goleó al Atlético en La Cartuja (3-0), habrá calma tensa. Pero si pierden, la situación será insostenible. Para los más pesimistas, este Valencia tiene parangón con el equipo rojiblanco que cayó ante el Espanyol en la final de Copa el mismo año 2000 que descendió al infierno de Segunda.

«Es el partido más importante en tres años. Hay que estar tranquilos, juntos, unidos, aislados del entorno. Aunque no lo parezca, los jugadores somos los primeros en sufrir las derrotas. Entre otras cosas, nos baja el caché. Queremos entrar en la historia. Si ganamos, dentro de 20 años sólo se recordará que esta plantilla ganó la Copa», subraya Villa, campeón ya con el Zaragoza. Y Silva advierte de que si el Valencia no es capaz de ganar, lo pasará muy mal.

Más que por su fútbol, ramplón y timorato aunque haya superado escollos como el Atlético y el Barça, el Valencia es favorito por el peso de la historia. Así lo ve incluso Laudrup, el técnico getafense que desconfía de la justicia del fútbol y para nada cree que por caer ante el Bayern en la UEFA y en la final de Copa del ejercicio pasado ante el Sevilla, por culpa de un gol de Kanoute, ahora vaya a ganar.

Vencer sería un hito y perder nunca un fracaso. Su afición acudirá festiva al Manzanares y la rival mucho más angustiada. Frente a la tensión que atenaza a los chés, los madrileños viven sin presión, como un equipo de amiguetes de barrio que salen a divertirse. Llegan más cargados que sus rivales, por acumulación de partidos y porque tuvieron un día menos de descanso por obra y gracia de LFP y FEF, pero con la ilusión por bandera.

El Geta ni se concentra

«La clave será salir como si fuera un partido más pero sabiendo que no lo es. Debemos jugar a tope, ser valientes», propugna Granero. «Hemos sido capaces de ganar en el Bernabéu, empatar en el Camp Nou y tener casi eliminado al Bayern, y ahora queremos la Copa. Hay que tener ambición, unión, ser una piña, un solo hombre», profesa De la Red, otro producto de la factoría blanca que explica la filosofía del club. Nada de fichajes costosos, sólo hombres libres y canteranos deseosos de crecer y demostrar a sus equipos de origen que se merecen una oportunidad.

Cada año le cambian medio equipo pero vuelve a empezar sin problemas. Agonizaba hace seis años en Segunda B, seguía en la UCI hace cuatro en Segunda, pero desde que llegó Quique Sánchez Flores, precisamente él, el Geta marcha viento en poca. Fue a más con Schuster y sigue su progresión geométrica con Laudrup, compañero de Koeman en el dream team azulgrana pero de carácter opuesto. Tanto que ni siquiera concentró a sus hombres la víspera ni celebró el entrenamiento oficial en el escenario del duelo. «Mejor no pensar demasiado en la final. Mañana nos vemos y a jugar», propone el danés.