Ayer y hoy
Cuentan y no acaban de la almohada de Chaves, muy quejosa de que su primer inquilino habitual (el segundo es Antoñita, la esposa del presidente) no le haga la más mínima confidencia sobre los nombres que a partir de la presente semana formarán el nuevo Consejo de Gobierno de la Junta.
Actualizado: GuardarEsta impenetrabilidad rayana en unos silencios políticos propios de la llamada 'guerra fría', la impuso Felipe González en su época de líder carismático. Y Chaves siguió el camino hasta el punto de que, en la actualidad, la impenetrabilidad es un rasgo común y universal de cualquier gobierno en construcción que se precie. Aunque aquí tenemos un valor adicional fundamental: discernir si habrá más señoras consejeras que caballeros consejeros, si bien las diferencias, en cualquier caso, serán muy apretadas. Sucederá, muy posiblemente, como en Madrid: superior presencia mínima del elemento femenino sobre la masculinidad cetrina.
Cuando el muy recordado (y valorado, según encuestas muy recientes) Rafael Escuredo nombró consejera de Presidencia a la Grande España, Amparo Rubiales (actual Consejera de Estado), se formó en el entonces verano del 82 una polémica muy sabrosa sobre la presencia femenina en el poder Ejecutivo. Intervinimos mucho como intoxicadores sin tasa ni medida los gacetilleros más introducidos en las tertulias del alto voltaje, numerosas en la época, como aquella que se celebró en la playa onubense de Punta Umbría y en la que Rafael Escuredo, en una partida de naipes complementaria a la discusión política, nos dejó sin blanca a los miembros de su escolta policial y a dos gacetilleros que estábamos más pendientes de lo que se decía que de las cartas que nos entraban tras los pertinentes barajes.
Ahora, la ciudadanía contemporánea vuelve a añorar a Escuredo y al sosegado Borbolla, líderes en aquellos tiempos en los que la política tenía su lírica y su métrica, y eleva, también, en el presente su valoración del paciente Chaves y del incansable Valderas, premiando sentimentalmente, en este plan de repartir dádivas de afectos, al corredor de fondo, el licenciado Javier Arenas. Y desconozco porque se han olvidado de Antonio Hernández Mancha, que tanto toreó en plazas de cuarta categoría y soportó las andanadas intelectuales del gran Luis Carlos Rejón.