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PUREZA. Leonardo Hernández pone una banderilla durante la décimo octava corrida de rejones.
Toros

Premios a capricho

Categoría y pureza de Leonardo Hernández, exquisiteces de Antonio Domecq y estrepitosos alardes de Diego Ventura en la matinal de rejones

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Lo de más calidad y mayor pureza corrió a cargo de Leonardo Hernández. Y la firma de su estilo: su sencillo y candoroso toreo fluido y sin ventajas, su seguro manejo de un espléndido caballo llamado Amatista que se atreve en todos los terrenos, a dos pistas, de costado brillantemente y por las dos manos, por dentro, en corto y de lejos, y que bate son una suavidad extraordinaria. El sexto fue el mejor toro de la corrida de Cubero y, además, el mejor toreado. Se cayó la primera farpa una vez clavada, y ése fue el único borrón, menor, de una faena resuelta sin interrupciones ni pausas, sin intervención gratuita de los banderilleros, sin gestos para la galería. Toreo a puro pelo. Sólo que el joven Leonardo dejó cerrarse más de la cuenta al toro antes de atacar con el rejón de muerte y el toro lo esperó con la cara arriba y defendiendo terreno hasta cuatro veces. Eso dejó sin premio tantos primores.

Los premios los repartió el palco de la Maestranza a puro capricho y, en el caso de la segunda oreja concedida Diego Ventura, se diría que por encargo. A Álvaro Montes se le negó una oreja pedida por aproximadamente media plaza. La otra media bastó para premiar a Andy Cartagena con la oreja del tercero de corrida, que sacó el tipo y la pinta berrenda de los clásicos toros de Cubero.

Con Ventura se vivieron los momentos más vibrantes de la corrida: a toro parado en los medios, como si se hubiera clavado en ellos, tres ataques en corto y de caras, de ajustadísimo embroque y certera clavada en el morrillo. Sensacional el golpe, que fue, junto a mortífera estocada cobrada al segundo empeño con gran acierto, la guinda de una irregular faena. Los banderilleros de Ventura intervinieron exhaustiva, abusivamente. Lo hicieron incluso antes de fijar de salida Ventura al toro, que era el enano del envío; insistieron después del rejón de castigo; volvieron a hacerlo después de las dos primeras farpas de faena; y todavía salieron a destaja dos veces más. La penúltima serie fue de hasta ocho capotazos. Lidia consentida e intencionada, impropia del toreo a caballo. Protestó la gente.

Justo de fuerzas, como toda la corrida, este quinto toro se paró más que los otros. La banda de música arropó esa faena de Ventura y llegó a prestarle en apariencia la unidad que no tenía ni tuvo. Con el toro aplomado definitivamente y en las rayas, Ventura sacó ese caballo tordo que muerde a los toros en las orejas y se llama, impropiamente, Morante. En un segundo embroque mal medido, Ventura salió cazado y el caballo atrapado por las manos y a punto de ser revolcado. Ni fuerza para eso tuvo el toro. Ventura, por lo demás, se prodigó en gestos de pasión con sus monturas. Con una teatralidad que enardeció a la mayoría.

El regalo del clasicismo en los aires y del purismo campero en embroques, doma y toreo llevó la firma singular de Antonio Domecq, muy dueño de sus caballos. Corvetas, piruetas, passages en el sitio. Medida de los terrenos y sitio del toro, que sangró demasiado en el único rejón de castigo y se aplomó. Nervioso, Martín Burgos no se acopló al aire del segundo, que, justo de fuerzas, lo esperó mucho. Andy Cartagena toreó el gigante de la corrida: 600 kilos. Se paró, se puso por delante el toro, no pudo el toro. Cartagena rodeó al toro por los dos pitones, le buscó las vueltas y, cuando lo vio oscuro, optó por lucirse en adornos de doma ajenos al toro: un balanceo en el sitio en que un caballo se agitana como si metiera las manos hacia dentro; poses en el estribo, excelentes piruetas de cite y salida. Y un par a dos manos, que fue el único de la jornada. Álvaro Montes toreó en cuarto lugar pese a ser menos antiguo que Ventura, que toreó el quinto. En buen jinete, pero mejor jinete que toreo, Montes tuvo que hacerse con un toro frío de salida, flojo y con tendencia a irse de engaños después. Difícil misión. Resuelta con recursos de caballista bueno. Pero clavando casi donde fuera.