La belleza del riesgo
Esta joven de Puerto Real ha aprovechado su experiencia en varios 'spa' de grandes hoteles para montar su propio centro de belleza
Actualizado:La chocolaterapia consiste en un masaje y tratamiento por todo el cuerpo a base de chocolate puro fundido enriquecido con lo que el cliente desee (nutrientes, adelgazantes, exfoliantes) durante una hora y media. Sonia Fernández Márquez termina de explicarlo y sonríe, satisfecha de que su idea de trasladar los servicios habituales (y los no tanto, como éste mismo) de un spa o un balneario de lujo (más propios de grandes cadenas hoteleras y tal y como ya se ofrece en muchos establecimientos del Novo Sancti Petri) a pequeña escala empieza a funcionar.
Poco a poco, eso sí. Sonia tiene 32 años y lleva más de diez formándose en múltiples técnicas de belleza. Empezó en un curso de formación ocupacional de estética y luego pasó a un módulo superior. Después le siguió otro curso. Y otro. Y otro... Y así muchos más. Mientras tanto, trabajaba en esos hoteles de los que ha captado la idea para aventurarse en su propio negocio. Lo hacía por temporadas de cinco meses (la alta, según los baremos turísticos), lo que le obligaba a trabajar de lo que fuera el resto del año.
Una historia, en principio, demasiado común en una provincia como la gaditana, en la que la estacionalidad del turismo es especialmente cruda, y en la que miles de jóvenes sólo tienen un empleo la mitad del año. El resto del tiempo malviven en la economía sumergida o aprovechan las prestaciones del paro.
Cuestión de ahorro
Así fue también para Sonia, esta joven nacida en Puerto Real y que ha abierto Diosas's, centro de belleza, hace unos meses a pocos metros de la Iglesia Mayor de San Fernando. Lo que la distingue del resto de su generación y de compañeros de gremio es que ella no se contentó con trabajar a medias y recibir el amparo del Estado en los periodos en los que estuviese sin empleo. Hace cinco años decidió que había llegado la hora de dar el primer paso para cumplir su sueño de montar su negocio. Empezó a ahorrar, intensificó los trabajos más allá de hoteles y balnearios, estudió los servicios que éstos prestaban en asuntos de belleza y se gastó la mayoría de esos ahorros en su local en el centro isleño.
«A mí me ha costado mucho cumplir mi sueño, pero al menos yo pude ahorrar para contar con un poco de dinero. Por lo general, a los jóvenes no se les concede ninguna oportunidad. Todos los bancos piden avalista para cualquier cosa y no todo el mundo puede tener ese respaldo», explica, recordando el camino que atravesó hasta llegar a hoy. «Se podría decir que hemos vertido sangre, sudor e Ikea para montar este centro», añade, tras apuntar que ha pedido todas las ayudas posibles que las administraciones prestan a los emprendedores: del Instituto de la Mujer, el ticket autónomo y otra subvención del Ayuntamiento de San Fernando.
El inconveniente es que «todas son a medio plazo, con lo que no se puede contar con ellas a la hora de empezar y ahonda un poco en esa idea de que faltan ayudas que sirvan de eso, de ayuda».
No obstante, los problemas no se limitan a las administraciones, sino que también se debería mirar un poco a los propios jóvenes, que no se atreven a dar los pasos. «Falta cultura empresarial. Cuando alguien piensa en un negocio parece que lo único que vale es aquello que funciona, pero que ya hay mucho, es decir, zapaterías, tiendas de ropa de niño, peluquerías o incluso bares», explica.
«No hay originalidad», concluye a continuación. Lo dice mientras mira a su centro de belleza, «en el que no verás nada de color blanco, como sucede en las franquicias». Además, se vanagloria «de poder ofrecer una atención mucho más cercana, atenta e incluso económica que la que ofrecen habitualmente los hoteles». Luego está el chocolate.
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