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LUCES Y SOMBRAS

Investidura singular

Se puede decir, sin temor a equivocarse, que la mayoría de los debates de investidura a la Presidencia del Gobierno tienen más o menos el mismo formato y si me apuran casi el mismo contenido, admitiendo, naturalmente, toda una serie de matices que son producto de las circunstancias que concurren en cada momento. El candidato suele desgranar su discurso sobre temas que nos son familiares: situación económica, políticas sociales, terrorismo, política internacional y si se tercia también intenta seducir, cuando no dispone de mayoría absoluta, a los partidos de los que espera algún apoyo para gobernar con más comodidad. Por su parte, el candidato derrotado de la fuerza mayoritaria de la oposición se opone por sistema a la investidura, no podría ser de otra manera, pero eso sí, dejando bien claro que ejercerá una leal oposición.

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El debate de investidura del pasado día ocho cuenta con todos esos ingredientes y además con unas connotaciones que lo hacen diferente de los anteriores. No se trata, como destacan la mayoría de los medios de comunicación, de que Zapatero no haya podido conseguir su investidura de presidente en primera votación, que es lo que venía ocurriendo desde 1977, salvo en el caso de Calvo Sotelo, que fue suspendida por la violenta irrupción de Tejero en el Congreso de los diputados. Periodísticamente es un dato a subrayar, y nada más. Algunos comentaristas la han calificado de aburrida, igual que a una mala obra de teatro; pero los debates en el Congreso no tienen por qué ser divertidos o aburridos. Por encima de todo deben ser positivos para los intereses generales de la sociedad.

En mi opinión no ha sido un debate de guante blanco pero las descalificaciones recíprocas, la agresividad y el tono desabrido de otras ocasiones han brillado por su ausencia. Es un dato relevante. Quizás sea una apreciación subjetiva, pero sospecho que algunos políticos han comprendido, por fin, que las estrategias basadas en la confrontación permanente, tan habituales en la anterior legislatura, no sirven para nada, que les aleja del poder y que el trabajo honesto y riguroso es el mejor camino para ganarse la confianza del electorado. Sólo un sector minoritario de la política y de los medios de comunicación sigue obstinado, no se sabe bien con qué finalidad, en fomentar un ambiente de crispación.

Tanto el candidato a presidente como el portavoz del PSOE cumplen correctamente con su papel. Quizás exageran cuando describen a España como un país idílico que cuesta trabajo reconocer. Los graves problemas que afectan a la Administración de Justicia, a la sanidad, a la educación , se hacen acreedores de una mayor atención. Se reconoce que nuestra economía se encuentra en fase de desaceleración. Es la palabra clave. No conviene utilizar otros términos que nos puedan llevar a una situación de derrotismo. Eso sería imprudente. Son muchos los compromisos asumidos en la sesión de investidura por Zapatero. Esperemos que se hagan realidad.