De un felino repetido
Un curioso león aparece tanto en la base del reloj de hierro como en el remate alto del edificio del Gallo Azul
JEREZ Actualizado: GuardarSi Goya hubiese vivido en estos tiempos, le hubiera sacado un pico a las bodegas Domecq. Al menos, la SGAE se hubiera encargado de ello. El profesor de historia Marciano Breña Galán fue el descubridor de este curioso plagio que está a la vista de todos y, quizá, pocos jerezanos se han percatado.
Hace pocas jornadas, se escribía en esta misma sección que había que detenerse en una curiosidad relativa al reloj que se encuentra delante del Gallo Azul. Dicho reloj, cuyo proyecto se presentó en febrero de 1934 y cuya autoría podría ser en un tal Rivelot, tiene en la base un león que lame una botella presumiblemente de brandy. Marciano es el descubridor de la similitud al escribir en su blog que «este motivo está inspirado en una fuente de categoría, nada menos que un cuadro del gran pintor Francisco de Goya. Se trata del cuadro que recoge a las santas Justa y Rufina, que se conserva en la Sacristía de los Cálices de la Catedral de Sevilla».
Según se puede apreciar en este cuadro, el león goyesco figura a los pies de una de las dos santas lamiendo la sangre de las heridas producidas por el martirio, junto al brazo roto de una estatua que representaría probablemente alguna deidad pagana a las que las vírgenes sevillanas se negaban a adorar.
El curioso descubrimiento de Breña que va más allá al afirmar que «en la publicidad del brandy comercializado por Domecq, la sangre ha sido sustituida por el líquido alcohólico y el brazo marmóreo por la botella».
La marca del producto bodeguero no se explicita en el monumento, aunque bien podía ser Fundador, como aparece en la parte alta del Gallo Azul, o el brandy Tres Cepas, del que se conservan con el león publicitario etiquetas de Nicolás Soro, jerezano que fue profesor de la Escuela de Artes y Oficios. Este reclamo publicitario sustentado en el felino, pasó a ser sustituido por el toro bravo tras la compra de la antigua ganadería de Veragüa por parte de Juan Pedro Domecq y Núñez de Villavicencio en una operación puramente comercial y como una forma de acompañar los caldos que se criaban las bodegas de la familia.
Curioso detalle. Lo dicho, si Goya hubiera vivido en la actualidad, la SGAE se hubiera encargado de todo y la bodega estaría relamiéndose, pero, en este caso, sus propias heridas.