Pobre espectáculo en la Feria de Abril en una corrida con tres sobreros
El Cid se templa con un sobrero de Pereda mientras que Curro Díaz pasa sin ruido Perera mata de maravilla pero no corta oreja
Actualizado: GuardarDos horas y cuarenta minutos de festejo, tres sobreros y, por tanto, tres toros de los del sorteo devueltos por lisiados o por lesionarse. De mitad de corrida en adelante, la cosa cuesta arriba y farragosa. Lleno de no hay billetes. Un descalabro. Era la segunda corrida que lidiaba en feria Juan Pedro Domecq. El primer toro de corrida, largo y lustroso tropezó mucho los engaños y los acabó punteando. Sorprendido en un falso en un cite por fuera, Curro Díaz salió cogido feamente por el pecho. Curro estuvo acopladito en una primera mitad de faena bien dibujada pero algo precipitada y ligera. Tres pinchazos, cinco descabellos, se echó la hora encima. Un aviso, que fue por cierto el único de una corrida que, cumplidas dos horas, empezó a hacerse interminable antes de tiempo.
Protestas del público
Flojo y claudicante, protestado con palmas de tango, el segundo fue devuelto. Tuvo buen aire el primer sobrero de José Luis Pereda. Con el hierro de La Dehesilla y aire bueno de toro de encaste Núñez. Cantó la gallina en la segunda vara. Pronto para tomar los engaños, descolgado, largo el tranco por la mano izquierda. Y seguras las repeticiones hasta que dejaron de serlo porque, punto escarbador, estuvo por rajarse al cabo de dos docenas y pico de muletazos. El Cid, resuelto enseguida, se encajó por la mano izquierda y, colocado enganchó, tiró y ligó con soltura, temple y gobierno. Tres tandas cumplidas. Se animó la banda con solemnidad: Manolete. De Orozco. Cuando mejor pintaba todo, se produjo la primera rajadita del toro.
Y entonces se enfrió la faena. No quiso El Cid cambiar terrenos y el toro empezó a salirse suelto a querencia. Ya no hubo ninguna tanda entera o seguida más. Antes de que se apagara del todo la cosa, El Cid entró con la espada, pero sin estar ni siquiera cuadrado el toro, que se arrancaba a querencia. Dos pinchazos y una estocada. Largo trajín. Cayó el toro cuando ya estaba para sonar la campana.
El tercero salió acalambrado, perdió las manos al estirarse y también debajo del caballo de pica, rompió un coro de palmas de tango y hubo pañuelo verde. Hora y veinte después de empezar la fiesta estaba todavía asomando el tercero, un segundo sobrero de José Luis Pereda. El toro roncó ruidosamente. Jadeo asmático antes de cada impulso. Se empleó pero cabeceando al rematar viaje. Miguel Ángel Perera no dio con la fórmula para corregir los derrotes, salvo en muletazos sueltos cobrados por delante y ganando el pitón contrario. Combate nulo.
El cuarto juampedro, con hechuras de las infalibles en la ganadería, se vino abajo después de banderillas y, ahogado y rebrincado, dio por plantarse antes de embrocarse cuando lo intentaba. Curro Díaz abrevió. El quinto, jabonero claro, sin trapío ni cuello ni percha, fue toro codicioso. El Cid lo saludó de capa descargando la pierna de entrada. Se jalearon, sin embrago, los lances. No le llegó el toro a la gente. El Cid lo dejó fijado. Luego, de perfil y abierto el compás, pareció encajarse. El toro se ahogó en el tercer muletazo. Dos pinchazos, tres descabellos. Fin de feria de El Cid.
A las nueve menos cuarto se soltó un sexto toro que se descaderó tras enterrar pro dos veces los pitones en la arena. Tercera devolución. El último y tercer sobrero, de El Serrano, pura procedencia Juan Pedro, fue un toro de tantos. Uno más o uno menos.