Opinion

Prevenir el horror

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as seguras secuelas psicológicas que soportará el pequeño de cuatro años que fue testigo del asesinato de su madre y de su compañero sentimental a manos de su padre, que después se suicidó en su presencia, muestra una vez más las múltiples y terribles caras que presenta el gravísimo problema de la violencia doméstica. Ya no es que proteger eficazmente a las mujeres con órdenes de alejamiento para el maltratador se esté convirtiendo en una medida imperiosa, visto el imparable goteo de muertes, sino que en los casos en los que haya menores de por medio, la Administración debe redoblar sus esfuerzos para realizar correctas valoraciones provisionales que impidan crímenes como el de Alovera. Y en este caso concreto, además, actuar ahora con la máxima rapidez y diligencia para que la atención al menor minimice en lo posible futuros traumas.