Claveles de armonía
Mi frente desflora la rubia luz abrileña de la sabatina mañana, sesga la fina brisa del aire fresco que abanica el ambiente soleado, procedente de donde el sol se acuesta. Mis pies pisan la amplia y verde plaza de las Angustias, monumento al aire. Zuritas vuelan por los pámpanos del cálido horizonte, elevando un brindis al viento, mientras Bión y Mosco tañen el sistro placentero y Apolo templa con sus enamoradas manos las cuerdas de su lira divina y el milagroso poder de la armonía. Las palomas bajan al dosel de agua a enjuagar sus empachados picos de palomitas blancas por manos inocentes echadas. Buscan, al abrir sus plumas, la cumbre del monolito, al acecho del maíz, las no satisfechas. El horizonte se abre. A la izquierda más que plaza, bandeja con todos los aromas del mar, de la tierra, de la campiña, de la huerta, piedras por el sol arreboladas que exhiben verdes cermeñas, manzanas azafranadas, entre el verde, el azul, multicolores tenderetes de rancios sabores, variados olores entrelazados: la carne, la verdura, el pescado, para el consumo diario. Enfrente, en los bajos de altas fachadas de concordia, la azucena enhiesta sobre maniquí estático, tacones altos, gráciles rosas de temporada.
Actualizado: GuardarCerrón, el sello, el telegrama, la cultura, Villamarta. Calle Honda, estrecha, sombría, hielera humana, camino de hormigas por las aceras. Entre Honda y Larga, rectángulo de oro de dos bahías en armonía. Honda, avispero a la sombra. Larga, panal germinador de rosas sinfonizadas. En el centro, oasis, plato de palomas, de pardillos más que asustadizos, prevenidos al rápido vuelo; dosel de agua, alto surtidor de borbotones que caen en forma de lluvia sobre espejo roto para el azul del cielo jerezano. Río humano de Larga a Cristina, rostros de arrugas, sonrisas de primavera, báculos andantes, pasos lentos, chispas que tiemblan, esencias de rosas, besos de Ofelia, encantos de ecos que van y vienen, se posan, borrando a veces el soplo del viento.
La sangre, saltando, corriendo entre la espesura humana. A la izquierda, árboles triunfales que al cielo nublan, al estrechar sus brazos en Porvera, por la vera de la muralla. Cristina, claveles de armonía. El cielo jerezano se recrea, alumbrando, besando, levantando las nobles cabezas de sus casas solariegas, saliendo como raudas mariposas.
Cristina, confluencia de Aladro, Sevilla, Porvera, Larga; Cristina, encrucijada hispanoárabe, puerta de la almohade muralla, onsario judío, hospital, San Juan Grande y los desheredados, los enfermos de cuerpo y de hambre. Para los del alma, las túnicas blancas, Nuestra Señora de la Consolación, desde el siglo XV en alabastro, Copatrona de los jerezanos, en Santo Domingo. Por fuera, templo alzado con sencillos y altos volúmenes, austero de arte, diseño del sobrio jerezano Martín Galafate. Por dentro, en el convento, el arte, claustros de silencio, arcadas con columnillas, con finas tracerías decoradas. En frente, la riqueza, el poder temporal, la gloria en otra piedra dieciochesca.
Cuando llama abril en estas calles jerezanas se uncen los pinceles en paleta de colores. Musas andantes en mañana abrileña incitan al vate para que nimbe sus ideas y en finas trovas, los recitales del poeta. La sangre brota y se cuaja en los rotundos claveles. Cristina, Larga, palios verdes, riqueza, sobriedad, el arte, el contraste. Sus senos de luz se inflaman y ungen a la calle con aromas que el viento esparce, desparrama. Los claveles revientan en pétalos abrileños de inmenso orgullo, de solera, los plegados antes en el capullo de su historia, con vestidura regia, que con el fuego de la mañana del cielo jerezano, ondean al viento los colores de sus vinos, el oloroso, el fino de la bandera de España. Por las aceras, por las medianas, en abril otro aroma, otras fragancias andantes en la mañana jerezana. Las cosas son bellas, porque la mirada sabe captar su encanto.
En su cara, una fascinante mezcla entre su ingenuidad y su sensibilidad a la sonrisa denotan las primaveras de su juventud. Sus alegres pupilas denotan su mirada latina. Debajo, fina nariz y boca proporcionada, cerrada por el beso de sus sensuales y coloreados labios de elegante brillo. Sobre su sexy espalda, cae en cascada una melena con ondas desenfadadas, no apagada.
Alonso Ramos Espadero. Jerez