Un tío materno podría hacerse cargo del niño que vio a su padre matar a su madre
En los próximos días podría aclararse el incierto futuro de Gonzalo, el niño de cuatro años que el pasado jueves fue testigo en su casa de Alovera (Guadalajara) de cómo su padre mataba a tiros a su madre y al actual compañero sentimental de ésta antes de suicidarse. Un tío materno, residente en Italia, se ha mostrado dispuesto a asumir su custodia al conocer lo ocurrido y después de que la Consejería de Bienestar Social de Castilla-La Mancha y la Fiscalía de Menores de Guadalajara lograra localizarlo. Técnicos de la Consejería se reunieron este viernes con él y con el propio niño. «Según lo que verifiquen sus informes y los de la Fiscalía de Menores y si todo está en regla, si no hay ningún problema y si el tío quiere hacerse cargo del muchacho, pues será así», declaró ayer el delegado provincial de Bienestar Social en Guadalajara, Luis Santiago Tierraseca.
Actualizado: De momento el pequeño permanece acogido de forma temporal por una familia de Guadalajara. El huérfano recibe asistencia de psicólogos del Hospital de Guadalajara y servicios sociales, que intentan aliviar el trauma sufrido. Gonzalo fue testigo directo de la tragedia que se desarrolló en su casa a primeras horas de la mañana del jueves. Su padre, el sargento José Javier Lacasa, de 34 años de edad, se presentó en el domicilio de Alovera en el que la madre del niño, Sylvina Bassari, una bióloga de 33 años y origen argentino, intentaba rehacer su vida con otro militar, el teniente Andrés Marzal, de 38 años. Lacasa mató primero a tiros a éste, que le abrió la puerta, y luego hizo lo propio con su ex mujer. Llamó a los servicios de emergencia para comunicar los hechos y se suicidó. Al niño lo encontraron llorando y con los pies empapados en sangre.
Desatención judicial
Mientras, los abogados de Sylvina en el doble proceso legal que seguía contra su ex marido, el de divorcio y el penal por malos tratos, denunciaron ayer desatención judicial, «falta de seguimiento y una incorrecta valoración del riesgo» que corría la joven y que representaba su ex marido.
Sylvina había activado todos los resortes jurídicos y sociales a su alcance. Se mudó de Ajalvir (Madrid) a Alovera, a unos 40 kilómetros, interpuso la primera denuncia por maltrato continuado a ella y al niño en septiembre de 2006 y disponía de una telealarma para víctimas de violencia de género. Nada la protegió.