Malestar
Actualizado: Guardara destitución de Antonio Calderón como entrenador del Cádiz, consecuencia inevitable de la amarga decepción que la afición cadista empezó a sufrir desde el primer partido, y que siguió aumentando de manera inquietante, a medida en que se acercaba el final de la temporada, es una decisión que estaba pronosticada por la gran mayoría de los críticos y de los aficionados. El malestar que se ha advertido en las gradas, originado por el mal planteamiento de los partidos y por el pésimo funcionamiento del conjunto amarillo, aumentó de manera alarmante con las ingenuas declaraciones de los futbolistas y con las reiteradas explicaciones de un entrenador que, efectivamente, mostraba buena voluntad pero que no acertaba con los tratamientos adecuados. No es que el equipo haya pasado por eventuales baches o por malos momentos, sino que la trayectoria, que se desvió desde el comienzo por la patente ausencia de un patrón -de juego y de dirección-, cada vez se alejaba más de todas las metas. Porque la situación era mala y porque el malestar crecía de una manera alarmante, los responsables manteniendo la mente fría y el pulso firme han adoptado una decisión oportuna que, esperamos, evitará que el barco se hunda al pozo de la Segunda División B. Ya no se podía seguir repitiendo inocentemente que, con trabajo, todo se iba a solucionar; no había más remedio que realizar ese inevitable cambio. Reconocemos, sin embargo, que los remedios a la compleja situación en la que el equipo se encuentra no son fáciles, pero también hemos de aceptar que el relevo en la dirección técnica puede ser, además de un revulsivo, el comienzo de una trayectoria más esperanzadora. Lo único que no se podía hacer era cerrar los ojos y esperar tranquilamente que el tiempo resolviera por sí solo los problemas. A pesar de que este deporte es imprevisible y azaroso, se debería aprovechar esta coyuntura para hacer un análisis detenido, un diagnóstico acertado y una previsiones razonables y razonadas. deportes@lavozdigital.es