El coche y la seguridad vial
SIEMPRE se ha dicho que sólo nos acordamos de santa Bárbara cuando truena. Y es cierto. Algo parecido ocurre con la delincuencia. Hasta que no nos afecta directamente no caemos en la cuenta de los estragos que causan a la sociedad en su conjunto.
Actualizado: GuardarEn esta ocasión me refiero al cobre, cuya constante revalorización en los mercados -ha pasado de menos de tres euros el kilo a ocho euros en tan sólo dos años- le ha convertido en un codiciado objeto de deseo para las numerosas bandas delictivas que operan en España.
Las cifras de los robos de este preciado metal en los tendidos eléctricos, telefónicos y de telecomunicaciones son espectaculares. En lo que va de año las sustracciones en nuestro país sobrepasan las 400 toneladas. Da lo mismo que los cables estén enterrados y sellados con arquetas de hormigón. Nada parece resistírseles a estos 'chorizos' especializados. No hay día en el que alguna población no sufra un apagón, o queden interrumpidas las líneas telefónicas o ferroviarias.
Lo trágico de estos actos vandálicos, más allá del perjuicio económico en reparaciones, es que suponen un atentado contra la seguridad vial. No sólo por la falta de alumbrado en las vías de acceso a las ciudades o pueblos y en puntos conflictivos, sino porque además estas 'ratas' ávidas de enriquecerse a cualquier precio roban el cableado que conecta el centro de control de tráfico de la DGT con los paneles informativos. No hace mucho, y por este motivo, se produjo un accidente en cadena a la altura de Navalcarnero (Madrid), en el que estuvieron implicados 90 vehículos y hubo un balance de 35 heridos.
Además, lo tremendo y desalentador es la impunidad con la que actúan estas bandas, ya que según la legislación vigente cualquier persona puede vender este metal tan dúctil a una chatarrería o similar, sin tener que justificar su procedencia. La cuestión es ¿cuántas víctimas más serán necesarias para que la Administración le dé a este asunto la importancia que tiene?
