Cultura

Al que madruga... caballo grande

Numerosos dichos retratan y hacen referencia a pueblos y ciudades españolas. ¿Acaso hay alguien que no haya estado en Babia o se haya perdido por los cerros de Úbeda?

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Cuentan que en el siglo XIX hubo un zapatero de Granada llamado Picio al que condenaron a muerte y luego indultaron. Tal fue la impresión con que el hombre acogió la noticia, que se le cayeron el pelo, las cejas y las pestañas. Aunque sobrevivió a la primera condena, sufrió otra el resto de su vida, ser objeto de mofa por feo. Aún hoy, convertido en paradigma de la fealdad, anda en boca de aquellos que quieren ridiculizar a alguien por su aspecto físico y dicen eso de eres más feo que Picio.

Miles de historietas como ésta engordan el volumen del refranero castellano, que hace medio siglo tenía recogidos 63.000 dichos y que aún hoy no se ha podido completar. Si bien no hay que tomarlos al pie de la letra, los estudiosos de los refranes aseguran que encierran mucha verdad y que basta echar un vistazo para encontrar en ellos un espejo de nosotros mismos.

Que se lo pregunten si no, a los vecinos de Babia, a quienes es fácil imaginar como personas despistadas, siempre con la cabeza en otra parte, quizá en la luna de Valencia. Y maldita la gracia que debe hacerles a los habitantes de esta comarca leonesa que se asienta en las montañas, un apacible rincón que antaño la Corte Real utilizaba como lugar de retiro.

El suyo es sólo un ejemplo de los numerosos municipios a los que hacen referencia y retratan los dichos populares. Si bien no a todos les gusta el sambenito que les han colgado, también los hay que están encantados con la popularidad que ha proporcionado al pueblo.

No hace falta haber leído a Lope de Vega para recrear al de Fuenteovejuna como un pueblo unido. Y vaya si lo son. «Aquí se usa constantemente eso de todos a una, tanto para protestar por algo malo, como para felicitarse por algo bueno», comentan en el Ayuntamiento de este municipio cordobés de poco más de 6.000 habitantes.

Hace cinco siglos fue escenario de un sangriento suceso cuando sus antepasados se unieron para matar al comendador, autor de muchos agravios y librar, así, a Fuenteovejuna del opresor. Esta leyenda, que aún cuentan los abuelos a sus nietos, ha trascendido el ámbito local y ha popularizado el nombre de la localidad más allá de nuestras fronteras. «Hay estudios a nivel internacional sobre este relato y en Leningrado hay una calle que se llama Fuenteovejuna, ciudad libre», señala a modo de ejemplo un responsable del archivo municipal de la localidad cordobesa.

Más de 300 años antes que el suceso de Fuenteovejuna, ocurrió otro en Teruel también con trágicas consecuencias. Los protagonistas eran dos amantes que, de tanto quererse, murieron. Y de ahí el dicho: Los amantes de Teruel, tonta ella y tonto él. Cierto es que el refrán «ha ayudado a a colocar Teruel en el mapa», pero no lo es menos que «a los turolenses no les hace ninguna gracia que les tengan por tontos». Por eso, han inventado otro: Más tonto es el que los viene a ver.

Tontos o no, son muchos los turistas que recalan en la ciudad aragonesa atraídos por el misterio de la leyenda que la Fundación Amantes de Teruel se encarga de difundir. «En el siglo XVII un notario encontró un manuscrito firmado en 1217 por el juez de la ciudad que fue testigo de la muerte de los amantes y señaló dónde fueron enterrados. Se encontraron los cuerpos y se les practicó la prueba del carbono 14 para verificar su identidad. Aún se conservan y mucha gente viene a visitarlos», relata una responsable de la asociación, quien reconoce que el dicho «ha dado fama a la ciudad».

Tanta o más como la que se granjeó Sevilla y su famosa silla, ésa que ocupaba a mediados del XV el arzobispo Don Alonso de Fonseca y que trató de arrebatarle su sobrino mientras éste se encontraba arreglando algunos asuntos en Santiago de Compostela. O la que los famosos cerros de Úbeda han proporcionado a la ciudad jienense y a los que primeramente aludió un tal Alvar Fáñez, alias el mozo, a quien fue encomendado vigilar el flanco sur de Úbeda por orden de Alfonso VIII y no cumplió alegando que se había perdido por los cerros.

La moral del Alcoyano

El origen de otros dichos, sin embargo, se remonta mucho menos atrás. Como aquel que se refiere a la moral del Alcoyano, un equipo de fútbol alicantino que milita en Segunda B y que debe su popularidad a lo que quedó en un loable intento de gesta. «El Alcoyano jugaba en Primera División y perdía por seis goles. Entonces un directivo le soltó a un jugador: 'Oye, quedan tres minutos, a ver si podemos empatar'». No pudieron, pero desde entonces llevan con orgullo una fama de «peleones» que les hace «temibles», asegura un directivo del club de Alcoy.