A veces
Al líder del PP andaluz, el licenciado Javier Arenas, le ha caído un «marrón». Sus compañeros de la gerontocracia madrileña del PP, los llamados «esperanzistas» (dícese de los seguidores más encendidos y convencidos de la líder Esperanza Aguirre), están como muy indignados con el dirigente andaluz «por hablar en nombre de todos los militantes andaluces» e involucrarlos en su proclamada preferencia por Mariano Rajoy en perjuicio de la destacada dama.
Actualizado: GuardarEspecialmente crítico con Arenas se ha mostrado el alcalde de Móstoles, población castellana que figura en las páginas más brillantes de la historia imperial española. Mientras que el muy dialéctico Beteta, portavoz del grupo popular en la Asamblea de Madrid, también le ha enviado algún que otro recado proceloso al inquieto líder andaluz.
Pero Javier no debería retroceder, porque lo mismo que en ciertas zonas castellanas siempre alentó el espíritu más conservador del gran partido del centro-derecha español (Burgos, Valladolid, Toledo, etcétera), en Andalucía fue todo lo contrario. Me lo dijo años ha la querida Maruja Torres: «Tebita, mientras en Cataluña y Andalucía el paisanaje se dedicaba a gozar de la vida y del amor, en Castilla se colocaban cilicios en sus cuerpos y practicaban la caza de herejes y heterodoxos».
Porque, a veces, a Javier, como a muchos ilustres de la política, le da como un pronto por quedar bien con todos. Se ha observado, a lo largo de las últimas horas, como un repliegue dialéctico del admirado líder de Olvera. Lugares comunes muy socorridos, vale, como eso de «varias candidaturas enriquecen la democracia interna» y otros semejantes que se dicen para quedar más o menos bien pero que nadie asume, realmente.
Lo cierto es que en ese próximo decimosexto congreso nacional de los populares, la militancia andaluza contará con una excelente oportunidad para visualizar en todo el país que, mayoritariamente, el PP andaluz está alejado del auto ensimismamiento del pasado, del casposo conservadurismo y de ciertas dependencias más o menos intelectuales de un arcaísmo que tiene menos salidas que las estancias donde bullen las calderas de Pedro Botero.