La antorcha de la discordia
Hace unos diez años, según se dice ahora en algunas facultades de periodismo, se produjo el primer acontecimiento realmente global en la historia de los hombres: la muerte en circunstancias trágicas de lady Di, seguida al unísono por multitudes incalculables en los cinco continentes. Algo parecido sucede con el viaje de la antorcha olímpica, cuyo recorrido oficial está sirviendo para recordar al mundo que en Pekín, su destino final, está instalado un régimen represivo que, según los manifestantes globales, no merece el regalo de unos Juegos y, entre otras cosas, utiliza la fuerza contra el nacionalismo tibetano. Es tal el impacto alcanzado, vía TV, por las manifestaciones en Londres y, sobre todo, París, que hoy empieza el CIO a considerar la posibilidad de cancelar el viaje de la antorcha que debía terminar en agosto en Pekín para abrir los JJ OO. Veinte países iban a recibir el emblema olímpico y la etapa de San Francisco (Estados Unidos) es clave.
Actualizado:El CIO, un nido político que se retroalimenta a las mil maravillas con un tono endogámico que deja tibio al que se gastan las grandes federaciones deportivas, preserva los equilibrios internos y mantiene envidiables estatus, no sabe bien qué hacer. Pero su inclinación general es obvia: nada de politizar el deporte, prudente consigna de aplicación casi imposible. Su presidente, el médico belga Jacques Rogge, había capeado el temporal hasta la sesión de hoy desde un doble principio: a) pedir a China una rápida y pacífica solución al asunto del Tibet, como si tal cosa fuera posible; b) unirse a la tesis magnánima y bienpensante de que los Juegos, la así llamada fuerza del deporte, contribuirán mucho a la democratización en China. Es la tesis de Juan Antonio Samaranch, quien presidió el COI nada menos que 21 años y hombre de la casa por excelencia, hostil a todo boicot político y pragmático sin límites, quien cree que después de los Juegos China será más abierta. Sólo una cosa es completamente segura hoy: el nacionalismo tibetano ha ganado más puntos en tres días que en los 19 años transcurridos desde que el Dalai Lama ganó el Nobel de la Paz.