Acoso y derribo a la antorcha olímpica
El hostigamiento de los grupos contra la represión china en Tíbet obliga a apagar la llama de los Juegos de Pekín en su recorrido por París y a cubrir en autobús los últimos tramos de los relevistas
Actualizado: GuardarUn rosario de incidentes, provocados por defensores de los derechos humanos y de la causa de Tíbet, trastocó ayer la travesía por París de la antorcha olímpica, que eclipsada por un fuerte despliegue policial tuvo que ser protegida en un autobús media docena de veces y llegó a ser apagada debido a «razones técnicas» según las autoridades. Tras la movida etapa en Londres, la escala francesa en el viaje planetario de 137.000 kilómetros fue un suplicio chino para los planes oficiales, desbordados en ocasiones por la vehemencia de grupos contestatarios decididos a iluminar con el resplandor de una llama de visión efímera la política represora del régimen autoritario de Pekín.
Tras casi cinco horas de hostigamiento, anulaciones en el programa y cambios de planes, los organizadores terminaron por suprimir los últimos relevos y efectuar los siete kilómetros finales de los 28 previstos a bordo del autobús destinado al transporte de los relevistas. La antorcha con la llama de los próximos Juegos Olímpicos de Pekín llegó de esa atípica forma hasta el término del itinerario en el estadio de Charlety, donde enfrentamientos entre manifestantes prochinos y protibetanos clausuraron una jornada salpicada de altercados. En total, se practicaron una treintena de arrestos, según el colectivo Tíbet libre. Además, un cámara de la televisión francesa tuvo que ser hospitalizado con conmoción cerebral al ser golpeado por un policía.
Ceremonia anulada
El recorrido a pie por París de un periplo que continúa hoy en San Francisco (EE UU) concluyó a la altura de la Asamblea Nacional en cuyos jardines unos cuarenta diputados de todos los grupos parlamentarios recibieron a la comitiva con gritos de «libertad para Tíbet» y el canto de La Marsellesa. Minutos antes había sido anulada una ceremonia prevista en la Casa Consistorial, en cuya fachada Reporteros Sin Fronteras (RSF) llegó a exhibir efímeramente una pancarta con cinco esposas a modo de aros olímpicos, como las que colgó en la Torre Eiffel, la catedral de Nôtre Dame y otros lugares emblemáticos.
«Las autoridades chinas no han deseado que la llama se detenga ante el Ayuntamiento», explicó el alcalde de París, el socialista Bertrand Delanoë. «Es su responsabilidad. Había creído comprender que la concesión de los Juegos a Pekín era un signo de apertura», añadió. Un cartel colocado desde hace días sobre la puerta principal, en el que se lee «París defiende los derechos humanos en todas las partes del mundo», fue la razón esgrimida por los representantes diplomáticos chinos.
Los incidentes comenzaron nada más tomar la salida el cortejo oficial desde el primer piso de la torre Eiffel. Sylvain Garel, presidente del grupo de los Verdes en el Ayuntamiento, irrumpió en la comitiva al grito de «libertad para Tíbet». El edil ecologista intentó arrebatar la antorcha al primer relevista, el atleta Stéphane Diagana, antes de ser inmovilizado por la escolta.
«Por un mundo mejor»
«He intervenido con una bandera tibetana pues es inadmisible que los Juegos se desarrollen en la mayor prisión del mundo», explicó luego. Minutos antes, su correligionaria Mireille Ferri, vicepresidenta «verde» del consejo regional de Isla de Francia, fue detenida por la policía cuando se dirigía hacia el punto de partida en posesión de un extintor. Diagana, ex campeón mundial en 1997 de 400 metros vallas, portaba un emblema especial diseñado por los deportistas franceses expresamente para la ocasión: los cinco anillos olímpicos presidios por el lema «Por un mundo mejor». «Este distintivo es un mensaje de amor, de solidaridad y de compartir», declaró el especialista en carreras con otro tipo de obstáculos, quien expresó el deseo de que «el mensaje de la antorcha pase a través del mundo».
Por lo menos 3.000 policías, un contingente digno de un jefe de Estado, protegieron el fuego alumbrado el pasado 24 de marzo en Grecia por tierra, aire y el río Sena, surcado por tres patrulleras fluviales. Un doble cinturón de agentes y bomberos en patines, moto y a pie acordonó una zona de seguridad de unos 200 metros en torno a los relevistas. Un convoy de 32 vehículos, ocupados por 160 agentes antidisturbios, completaron la parte visible del dispositivo. «Parecía un desfile militar», comentó con ironía el portavoz del grupo parlamentario socialista, Jean Marc Aynault.