Elecciones terminales en Italia
Una campaña inexistente, una sociedad exhausta y un resultado que quizá no dé la gobernabilidad reflejan el hastío general ante los comicios
Actualizado: GuardarItalia votó hace menos de dos años en unas elecciones generales y lo tiene que volver a hacer dentro de una semana, el 13 y 14 de abril. A nadie le apetece nada. La campaña es sólo un ruido de fondo, una molestia periódica que se quiere que pase cuanto antes. Apenas tiene relieve, no interesa. Pocos creen que vaya a cambiar nada. Que vuelva Berlusconi, 71 años, es para la mitad del país el siniestro total. Al menos no está Prodi y cambia una cara, pero Veltroni es para la otra mitad más de lo mismo. Los propios candidatos contribuyen a la vacuidad, pues han optado por un perfil bajo. Berlusconi, porque sabe que ya no puede prometer milagros y Veltroni, porque vende talante constructivo.
Dicho esto, gane quien gane, el riesgo de que tampoco pueda gobernar es muy alto, debido al absurdo sistema electoral que ideó Il Cavaliere en 2006, con su habitual visión de Estado, viendo que iba a perder y para fastidiar a su rival. El Gobierno de centroizquierda de Romano Prodi nació cojo, con una mayoría en el Senado de sólo dos escaños, y murió el día en que uno de sus nueve partidos se enfadó.
Ni siquiera fue capaz de cambiar antes el sistema electoral, porque no se ponían de acuerdo. Esa debilidad en el Senado era lo que buscaba Berlusconi, sin pensar que ahora él tendrá el mismo problema. Si gana, quizá tenga sólo unos pocos escaños de ventaja. Italia puede otros dos más.
Esto cuando el FMI acaba de pronosticar un crecimiento cero para Italia y el país se hunde cada día en el pesimismo vital. Ser italiano es estar deprimido por la suerte del propio país. Pero los ciudadanos tendrán que seguir demostrando su asombrosa capacidad de supervivencia, porque no parece que nada vaya a cambiar.
Sin embargo, hay algunas novedades. Por primera vez en 14 años, desde el derrumbe del sistema político de la posguerra por las operaciones contra la corrupción de Ma-nos Limpias, se ha quebrado la política de bloques.
Berlusconi se presenta en una lista, Pueblo de la Libertad (PDL), con la posfascista Alianza Nacional de Gianfranco Fini y la Liga Norte ex separatista de Umberto Bossi. Hasta aquí todo normal, pero lo nuevo es que no figura la UDC democristiana de Pierferdinando Casini, el elemento del centroderecha que menos soportaba el 'berlusconismo'. Casini esta vez va por libre y en 2006 obtuvo un 6,8% de los votos.
En el otro lado se halla la verdadera innovación. Por primera vez desde 1996, año de la fundación de la vasta coalición de El Olivo, el grueso del centroizquierda se presenta con un solo partido, el Partido Demócrata (PD) de Walter Veltroni, resultado de la unión del DS y La Margherita, las principales fuerzas. Tan sólo ha aceptado la integración de dos pequeños partidos, el del ex juez Antonio di Pietro y los radicales de Emma Bonino.
Las macedonias de reformistas, liberales, socialistas comunistas, verdes y todo lo que se apuntara eran hasta hora el único modo de crear un bloque capaz de derrotar a Berlusconi, pero al precio de ser incapaces de ponerse de acuerdo en nada después. El electorado de izquierdas estaba harto y el PD supone tirar por la calle del medio.