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Alonso necesita el maná
Terminó décimo después de que Hamilton lo embistiera por detrás en una carrera en la que el brasileño Felipe Massa ganó con solvencia Kubica, que partía con la 'pole', acabó tercero tras fallar en la salida
Actualizado: GuardarDel desierto salió un podio tristón. Mohína fue la victoria de Felipe Massa, que ni por asomo dio carrete al entusiasmo que se le supone a un salmón en la Fórmula 1. Tuvo más de alivio para la aflicción que arrastraba sobre sus espaldas después de dos abandonos en dos carreras. Una celebración robotizada coronó su regreso al pedestal. Estoy aquí, punto, vino a decir con ese semblante tan poco agraciado. Pelín circunspecto se quedó igualmente Robert Kubica, que había inaugurado el sábado la tercera vía con su poderoso BMW y que a media tarde de ayer rumiaba sin muchas castañuelas el tercer puesto. Y el último en cuestión es, en fin, Raikkonen, siempre inclasificable, animador a buen seguro de otras fiestas.
El doblete de Ferrari entre el polvo de las dunas deja un reguero similar a cualquier triunfo del Real Madrid. La noticia es la derrota. El centro de prensa internacional había saludado afectuoso la pole de Kubica el sábado, siempre ávido el periodismo de que cualquier novedad distraiga la monotonía de lo habitual. Lo impactante y lo importante, siempre en conflicto. Pero al polaco le temblaron las canillas y no duró un asalto. Falló en la salida y no tuvo una sola oportunidad de ganar la carrera. El rodillo Ferrari-Real Madrid zanjó cualquier debate.
Y Massa condujo plácido en la amplitud de la trazada de Sakhir en dirección hacia su redención. Había que verle en el aeropuerto de Malasia, ceño fruncido, malas pulgas, carreras para evitar moscones. Siempre el rumor que le acompaña de no merecer esa camiseta roja. La amenaza futurista del cachorro Vettel, de Alonso uniformado en Maranello...
Respeto
Y no podrá quejarse el brasileño del comportamiento de Raikkonen. Su actitud respecto a los galones es impecable. Ni el año pasado, ni el anterior ni en el baúl de la memoria se recuerda un incidente del finlandés en discusión por la victoria. Raikkonen parece seguir una norma: el desenlace que depare la salida y las primeras vueltas, que no lo mueva nadie. Salvo en su consagración en Brasil, obligada, necesaria, comprensible, que requirió la cesión del triunfo por parte de Massa, el actual campeón del mundo es un ejemplo de civismo. Nunca presiona a sus compañeros.
Nada que ver con Hamilton, cuyo perfil de gran piloto se diluye claramente en momentos de presión. Con el viento a favor, el inglés es un prodigio de constancia. Con oleaje en el mar, no es capaz de sujetar tan firme el timón.
Ayer en la salida tardó en apretar el botón correspondiente más tiempo de la cuenta. Los pilotos tienen que lanzar las revoluciones con el semáforo en verde. Un fogonazo en el que ruge el motor. Entre los nervios, las prisas, el calor y el comprensible enredo que debe provocar tener tantas luces en un volante, Hamilton empleó un segundo más de lo que marca el programa. Y el McLaren amenazó con calarse. Tuvo que accionar el 'anti-stop' y regaló el gran premio. Varado en la salida.
Por esas conexiones invisibles y el mundo de las revanchas que concede el deporte, Hamilton consiguió arrancar a tiempo para engancharse a la estela de Fernando Alonso, sumido en la panza del pelotón. Al inglés debió visitarle algún fantasma porque su impetuosa reacción acabó en el desguace. Persiguió a su ex compañero durante una vuelta y en el segundo asalto trató de superarle por avasallamiento, a la brava, como se hacen las cosas en la Fórmula 1. Soy más rápido, te gano y basta. No hay más que hablar.
La falta de finura provocó un accidente. Hamilton embistió con Alonso probablemente porque era más veloz, porque el R28 no le llega a la suela de los zapatos al McLaren. Pero está lo demás. El carácter competitivo, las argucias de la experiencia, las heridas de guerra. Y por ahí el español conoce algún relato. Y una cuestión de lógica aplastante, algo que a veces falla en la F1. El que da por detrás, siempre tiene la culpa según las normas de convivencia automovilísticas.