Los inmigrantes vuelven a concentrarse en Trabajo pese al desmentido oficial
«El primer día que vinimos no nos dijeron que era un bulo», aseguran
Actualizado: Guardar«Sabíamos que era un bulo, pero aún así nadie del Gobierno nos lo dijo el primer día». Así resumía Mohamed, de 31 años, la situación que están viviendo los inmigrantes irregulares venidos de todas partes de España (algunos de los cuales guardaban su turno ayer en las inmediaciones de la sede del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales en Cádiz) para regularizar su situación. Son las víctimas de un engaño difundido por sms en el que se le decía que en la capital gaditana se iba a proceder a un proceso extraordinario de regularización.
Ayer domingo, unos cincuenta inmigrantes de Sáhara, Argelia, Marruecos, Senegal, Mauritania, e incluso Egipto o Guinea Bissau buscaban un hueco donde dejar sus pertenencias -en muchos casos maletas con etiquetas de aeropuertos de todo el territorio nacional- y se disponían a pasar la noche junto a la sede. Todo para reclamar un permiso de trabajo hoy por la mañana, aunque son plenamente conscientes de que tienen muy pocas posibilidades. Mohamed, convertido en portavoz espontáneo de los inmigrantes, explica que se enteró del supuesto proceso extraordinario «por teléfono, a través de un amigo». «Sabíamos que no era nada oficial, pero el primer día nadie nos dijo nada», lamenta este saharaui.
El bulo provocó una situación inédita en Cádiz y que sólo se ha producido en otras cuatro ocasiones en toda España. Centenares de personas se agolparon en las instalaciones, algunos únicamente con un pasaporte, para pedir un permiso de trabajo. En la tarde de ayer, el número había disminuido mucho, pero todavía podía verse a numerosas mujeres, algunas con niños pequeños. «Hay gente que ha venido de Canarias, del País Vasco, llevamos cinco días en la calle», continúa Mohamed. «Hemos dormido en la playa o en la calle, algunos en albergues. La Cruz Roja y la Iglesia sí nos han ayudado», relata.
Morir de hambre
Y resume el pensamiento de todos: «No queremos volver a nuestros países, preferimos morir que volver. Allí sólo hay hambre y miseria.Y la mayoría hemos pedido dinero prestado a nuestros amigos que no podremos devolver si no trabajamos», explica Mohamed. «Es verdad, yo debo 400 euros», explica otro inmigrante que prefiere no revelar su nombre. A su lado, dos jóvenes extienden unos cartones y realizan unas genuflexiones. Aún en esta penosa situación, se mantienen fieles a su credo religioso.
«El presidente Zapatero ha dicho que los inmigrantes están contribuyendo a la riqueza del país. No pedimos regalos, sino solamente un trabajo. Y al que no cumpla lo pueden repatriar», explica Mohamed. Una dramática situación agravada por un bulo telefónica. Hoy estas personas deberán enfrentarse a la realidad de las leyes de inmigración españolas.
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