Qué gente
Cincuenta señoras ocupan escaños en la Cámara andaluza, 28 de ellas, socialistas, y populares las restantes, 22. Ni una sola señora, pues, aparece bajo la disciplina de IU-CA. Algo sin mayor importancia en décadas pasadas, pero absolutamente capital, y posiblemente significativo, en los tiempos que corren. Valderas y su gente sabrán, pero el síntoma es inquietante.
Actualizado: GuardarLlamaremos la atención de Concha Caballero, la gran dama de referencia de las siglas, para que nos explique su extraña ausencia, consecuencia, a su vez, de las duras dificultades internas vividas por Concha a lo largo de los últimos años.
Los políticos de estos tiempos tienen pelos en los corazones. Qué gente. Se han ido convirtiendo en criaturas huidizas, inseguras y, en ocasiones, hasta insolentes. Como diría el querido Saramago, mantengo con mimo en la memoria «todos los nombres» de estos políticos que van perdiendo aroma y grandeza.
Ayer, pues, constitución de la Cámara de la VIII Legislatura y ni rastro de aquella vieja emoción palpitante de la constitución de la primera Cámara en 1982. Algo así como comparar un amor adolescente con otro septuagenario. Y no caben sutilezas.
Esa pérdida sin pausas del aroma embriagador que exhalaba la causa democrática en los primeros tiempos de la democracia recuperada, se corresponde al milímetro con el olor a humedad de los espacios acotados por la ausencia de frescura y grandeza que tanto adolece la época presente de la vida política. Los representantes políticos actuales se mantienen impertérritos ante las co-rrientes de desaliento que les llega procedente de la base social. «Son los de siempre», suelen murmurar ellos, con un leve encogimiento de hombros. Naturalmente. Todos, en general, lo somos. La cuestión es quién cambió o quiénes cambiaron.
Celebremos, en cualquier caso, que cincuenta mujeres formen parte del cuerpo legislativo andaluz. Y no porque ellas puedan ser mejores o peores que los hombres, sino por la sensibilidad y la madurez exhibidos por el censo andaluz a la hora de votar. Luego, las habrá (parlamentarias) más decididas y arriesgadas que otras, pero siempre podremos percibir de ellas más dosis de humanidad y de sentido común que del colectivo masculino, tan monótono, a veces, tan mortecino, frecuentemente, y tan a la defensiva, por lo general.