Una provincia de segunda
Actualizado: Guardarl fin último de cualquier equipo que milite en Segunda no es otro que el ascenso de categoría y a ese grupo de 22 aspirantes pertenecen los dos equipos de la provincia que -precisamente- se vieron las caras ayer. Por encima de la inmediatez del resultado y de lo que ocurriera dentro y fuera de Chapín, resulta patente -una temporada más- el fiasco de ambos. El caso del Cádiz resulta más llamativo porque, desde su pedestal de prima donna del fútbol gaditano, anda inmerso en una galopante crisis de identidad desde que descendiera de los altares de Primera. Su fracaso se puede resumir en dos hechos puntuales: una nefasta gestión a la hora de reforzar la plantilla, apostando por una serie de profesionales cuyo rendimiento no ha estado a la altura de su caché, con el consiguiente desprecio a la cantera, y una inestabilidad institucional reflejada en el espantoso ridículo que supuso la irrupción de Arturo Baldasano. Recuperar ciertas señas de identidad y una profunda renovación de todas sus estructuras apuntan a ser las claves para que el Cádiz sea un aspirante serio al ascenso y no el engañabobos en el que se ha transformado en estos dos últimos ejercicios. El vecino jerezano vive a la sombra de la grandilocuencia cadista y a la de la esperpéntica nómina de personajes que han venido gestionando su rumbo durante los últimos años. Felizmente desterrada la patética figura de Pedro Pacheco, Al Xerez no le cabe más que tomar una medida inmediata, encomendarse a la virgen para no verse en Segunda B la próxima campaña; y otra más serena, hacer borrón y cuenta nueva para que gente como quien no consideraba a Yordi apto para vestir de azul siga teniendo un despacho en el club. Cádiz CF y Xerez CD, dos formas muy distintas de vivir el fútbol, pero un objetivo común: poner a esta provincia en un escalón superior al que hasta ahora se ha venido mereciendo a pulso y para eso Cádiz y Jerez piden a gritos nuevas caras.