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DONDE LAS CALLES NO TIENEN NOMBRE

El adiós de un gran hombre

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Hoy, un año más, podríamos pararnos a reflexionar sobre la actitud absolutamente radicalizada y despreciable de quien toma como rehén una y otra vez a miles de jerezanos para, de una forma que roza la avaricia, mejorar aún más sus ya de por sí envidiables condiciones laborales. Hoy, un año más, podríamos hacer un alto para definir el comportamiento de aquellos que abusan de manera descarada de un derecho constitucional como el de la huelga siempre que nos acercamos a la Feria de Jerez. Hoy, un año más, podríamos desvelar las claves de una estrategia en ocasiones ruin que vuelve a llevar la preocupación a los usuarios del autobús urbano, en su mayoría trabajadores, estudiantes y pensionistas que ya quisieran para ellos un convenio como el que disfrutan los empleados de Cojetusa, la concesionaria del transporte público. Son ya once años con la misma cantinela y la plantilla de Cojetusa vuelve a amenazarnos con su tradicional huelga de feria porque «no se avanza en la negociación del convenio». Hoy, insisto, podríamos hablar largo y tendido de este asunto, pero esta semana que dejamos atrás han ocurrido cosas más importantes que un conflicto que ya se define por sí solo y que cada vez interesa menos a la opinión pública jerezana.

Esta semana se nos ha ido inesperadamente un buen hombre, un hombre bueno. El padre Jesús abrió su corazón a todo Jerez desde el día en que llegó a nuestra ciudad, y, además, nos abrió su alma cuando hace apenas unas semanas subió al atril del Villamarta a pregonar la Semana Santa. Las pocas veces que pude hablar personalmente con él siempre me trasladó una serenidad apabullante y pude percibir que se trataba de un hombre inteligente, culto y muy observador. Recuerdo ahora con especial cariño el rato que compartimos en los pasillos de Onda Jerez Televisión, un día, poco antes del pregón, en el que el padre Jesús y un servidor habíamos sido invitados al programa de mi apreciado Enrique Gallego. Él iba cargado de fotos de su infancia e, incluso, estuvimos bromeando con una de ellas, que, según decía el propio padre Jesús, era de su primera novia. No sé si la televisión municipal tiene previsto reponer la entrevista que Enrique le hizo o si ya lo ha hecho, pero si tienen la oportunidad háganse con ella.

Tras la pérdida del padre Jesús, aquellos quince minutos de televisión que tuve la oportunidad de disfrutar entre bambalinas con él se me antojan vitales para llegar a comprender la personalidad, humanidad y sapiencia de quien se nos ha ido. Fue una entrevista intensa y emocionante que, al igual que su pregón, nos servirá siempre como testamento de fe y de vida de ese gran hombre que se escondía tras su poblada barba.

Llegó algo tarde, como él contó, a la vida religiosa y se ha marchado quizá demasiado temprano. Estoy seguro de que entre los que más han sentido este adiós repentino está mi querido amigo el padre Felipe y también estoy seguro de que él sabe que más que un adiós estamos ante un hasta luego. La fe en nuestra patrona, la Virgen de la Merced, le ayudará a llevar de la mejor de las maneras este doloroso trance que ha vivido la comunidad mercedaria en la ciudad y con ellos todos los que conocían y apreciaban al padre Jesús.

La vida tiene estos giros incomprensibles e injustos para los que nos quedamos por aquí. Como el padre Felipe, habrá que recurrir a la fe y rezar para que el padre Jesús nos eche una mano desde allá arriba, que siempre nos hará falta.