FELIZ. La actriz cruza las manos en señal de agradecimiento. / EFE
Cultura

«Mi matrimonio sirvió para que hiciera mal las cuentas»

Concha Velasco recibe el premio a una carrera en el Festival de cine de Málaga La actriz se considera «una mujer libre, sola y encantada de la vida»

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Concha Velasco graba Cine de barrio en la terraza del Málaga Palacio junto a Manolo Escobar y Carmen Sevilla; mientras, en la puerta del hotel se suceden los desmayos por la estrella más popular del festival: Miguel Ángel Silvestre, El Duque de la serie Sin tetas no hay paraíso. Es el signo de los tiempos. Historia viva del cine español frente a un efímero ídolo televisivo. A los 15 años, Concepción Velasco Varona, hija de militar franquista y maestra republicana, ya cantaba coplas en el vodevil La reina mora. Hoy tiene 68, protagoniza el culebrón Herederos y presenta la comedia Enloquecidas en Málaga, donde ayer recogió el premio a una carrera. Siempre ha estado ahí.

«Este premio me emociona más que la Medalla de Oro de la Academia del Cine», confiesa. «Es un festival sólo de cine español, sin estrellas extranjeras. Aquí estamos los que hemos hecho y seguiremos haciendo cine, teatro y televisión».

La actriz recalca que empezó «desde abajo». Tras un centenar de películas, «sigue contando» para la industria. «He estudiado mucho y nunca me he sentido menospreciada por la profesión, siempre he trabajado para no estar olvidada».

La chica de la Cruz Roja se ha caído y levantado muchas veces. «Esta profesión es así, dependemos de gustarle al público y a los empresarios. Yo soy vocacional, no estoy aquí de casualidad».

En los 60 y 70 llegó a rodar hasta siete películas por año, al tiempo que llenaba los teatros. «El pasado lo miro con agradecimiento, pero no con nostalgia. La chica ye-yé para mí es tan importante como New York, New York. Sólo lamento que no estén conmigo los seres queridos».

«No siento rencor»

Su ritmo de trabajo febril en los «últimos cuatro terribles años» le ha llevado a dormir dos horas cuando empalmaba cine, teatro y televisión.

Su divorcio de Paco Marsó y la bancarrota tienen la culpa. «He tenido que trabajar muchísimo a una edad en la que tenía que haber descansado. He ganado muchísimo dinero, pero también lo he perdido al montar obras de teatro estupendas. Mi matrimonio con Paco sirvió para que hiciéramos mal las cuentas, pero ya las he pagado todas. Nuestro currículo de empresarios teatrales es de libro. Y pienso apoyarle en sus proyectos. No siento rencor, soy una mujer libre, sola y encantada de la vida».

Velasco hace una década que no encabeza los títulos de crédito. «Sé que ya no puedo ser protagonista, no hay apenas historias de señoras mayores y somos muchas luchando por el papel. Cuando cumplí los 30 supe que tenía que dejar de ser la eterna chica mona. Y yo soy de las que llama cuando se entera de un papel, no me quedo esperando a que suene el teléfono». Llora, pero un director «importantísimo» le acaba de ofrecer un papelón. «Estoy dispuesta a no dormir otra vez».

La Velasco sabe que es un ideal de belleza para las mujeres mayores. «¿Si lo único que no tengo es Parkinson...! Me pinto y me arreglo, me gusta saberme atractiva. Creo que estoy muy bien, y como sé el momento que me toca vivir no me disfrazo de niña pequeña». La publicidad también se ha aprovechado de su deslumbrante madurez. «Cuando anuncié las compresas para pérdidas muchos se rieron; a ver si se atreve a anunciarlas Sean Connery, que seguro que también le hacen falta». El secreto de su optimismo contagioso se pierde en unos ojos tan brillantes como los de aquella chica ye-yé. «No se nace otra vez, sólo importa el hoy. ¿Si he pensado en mandarlo todo a freír espárragos? Cada día».