FERIA DE ABRIL. Javier Conde durante la faena con la muleta.
Toros

La terna se va de vacío

Conde, Castella y Talavante no pudieron brillar frente a los descastados enemigos de Torrealta

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Grandullona y llamativamente desigual, la corrida de Torrealta trajo dentro dos toros de buena nota. Con poco que ver entre sí. Estaban en el mismo lote. Primero y cuarto. Castaño lombardo, lustroso y acapachado aquél; negro, alto de agujas, de caro trapío y notable cuajo el otro. El uno fue de verdad bondadoso, y tanto que hasta llegó a escuchársele el eco de los pasos en la arena. El otro fue toro de mucha potencia, fijo en los engaños pero recrecido, siempre al ataque. Lo que de acompasadito tuvo el uno, lo tuvo el otro de zumbante y tonante.

Con ninguno de los dos se acopló Javier Conde. Imposible taparse con uno y otro. El son del primero, apuntado en unos movidos lances de recibo del propio Conde, quedó en claro cuando Castella salió en su turno a quitar por chicuelinas, que fueron tres. El toro vino a los vuelos en la revolera de remate. A Litri hijo brindó Conde. Faltó hacer los honores al brindis. Sin soltar toro, Conde redondeó a su manera una tanda con la derecha. Un punto eléctricos los toques; más a tirón que a pulso el toro, que no se negó. Su dócil instinto le llevó a obedecer una orden bien sonora de Conde: «¿Quieto ahí!» Y quieto ahí. Más que el propio torero. Muy compuesto Conde en algún apunte a pies juntos. Faena toda en un sitio. Sin dudas pero llena de renuncios de fondo. Media a paso de banderillas y tres descabellos. Aplaudieron en el arrastre al toro. Por bueno.

También aplaudieron al cuarto, que impuso y respiró de bravo hasta poco antes de doblar. No tuvo final de bravo, pero sí la salida y casi toda la pelea en el caballo. Y hasta un punto de temperamento. En banderillas arreó y Mangui no pudo ni cuartear porque no le dieron los brazos ni la velocidad. Luego, tocó ventilarse la baza, que no era sencilla. Se abrió faena con un silencio de gran expectación. Conde se despatarró en una primera tanda de cierto aguante y de tapar al toro bien. Se fue a los medios como si hubiera llegado la hora. Pudo entonces el toro, algo crudo del caballo y encelado sin resistirse. Conde se lo echó para fuera y, cuando hubo que plantarse firme, renunció. Aquí no cabía dibujar ni apuntar. Aflicción apenas disimulada de Conde. No era su día aunque estuvieron a punto los dos toros. A tiro los dos pájaros. Un pinchazo, palmas de tango de condena, media estocada.

El papel de la corrida era Castella y en torno a él estaba el ambiente. Un ambiente algo enquistado. La música misma, que pudo haber echado un capote y no quiso. Se midió al torero de Béziers con mucha distancia. En los dos turnos. Ninguno fue de particular fortuna. El segundo de corrida, escurridísimo de cuartos traseros, tuvo tendencia a abrirse, le costó repetir y, cuando descolgó, se quedó sin aire. Castella, airoso en un recibo con lances de bonito compás, le pegó muchos capotazos de brega. Aparatosa apertura de faena: estatuarios y una madeja de muletazos por bajo. Y a los medios con el toro. Tal vez no fuera el sitio adecuado. Castella se puso algo encima y, sin espacio, costó embarcar y templarse. Muletazos a la fuerza. Respondió protestando el toro, que hizo signos enseguida de no poder ni querer. Se vino abajo. El quinto fue fastuosa mole, que, en pinta colorada, parecían incluso más. Muy gruñón, escarbador, pero toro de mucho enredo, de arrear en banderillas y acostarse en la muleta por las dos manos. Cada vez más cortos los viajes y, por tanto, acababa metiéndose y punteando. No le cogió el aire Castella, impaciente, tragón y encajado por la diestra pero sin soltarse, y abusando del toreo en línea con la mano izquierda. El toro hizo amago de rajarse al final. Castella estuvo firme siempre. Pero desangelado también. Un metisaca en los bajos probablemente accidental. Un gélido silencio. De los de Sevilla. De castigo.

Buen remate

El tercero, de buen remate, fue toro manejable. Algo distraído, pero se estiró de repente y se puso a punto. Talavante le pegó con el capote muchos tirones, y los acusó el toro, que pareció flojear después de varas. Echó la carita arriba en la muleta. No lo llevó metido en ella Talavante. Muchos muletazos que no hicieron tanda ni cuerpo. Casi todos tropezados. Intentos de perfil y a pies juntos. Un pinchazo, una estocada atravesada, tres descabellos. Ningún parecido con el Talavante de hace un año en esta plaza y parecida fecha Con un toro de Torrealta bastante mejor que éste.

El sexto, muy bajo de agujas, de regulares hechuras, echó las manos por delante, se rebrincó, tuvo aire bruto, esperó en banderillas -cuatro minutos para prender tres pares- y mal que bien descolgó en la muleta. Se vino. Sin romper, sin ritmo. Tampoco con él se avino Talavante, pero ahora el esfuerzo fue visible y estuvo a punto de cobrar vuelo A menos el toro, apagado antes de tiempo. Muy desafinado el concierto.