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Hola... y adiós

El presidente Putin dejará su cargo en la Federación Rusa el próximo mes y su colega norteamericano George Bush en enero, aunque tendrá un sucesor elegido en noviembre y los dos, por tanto, están despidiéndose pero con un matiz de importancia: se da por hecho que Putin será primer ministro del nuevo gobierno ruso bajo la presidencia de su delfín Dimitri Medvedev. Se han visto a menudo antes de su reunión de ayer en Bucarest en un contexto ampliado (Rusia-OTAN) pero se verán a fondo y en un plano estrictamente bilateral mañana en Sochi, la ciudad del veraneo de la vieja nomenclatura rusa en el Mar Negro. La reunión llega en un tono de tensión a causa de la incesante ampliación de la Alianza Atlántica hacia las fronteras rusas y tras el episodio de Kosovo.

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Pero hay una extendida impresión de que la relación Moscú-Washington tiende a una especie de estable mejoría porque cada parte se esfuerza. Washington tranquiliza a Moscú sobre el despliegue de un escudo anti-misiles en Europa central y oriental (que la OTAN endosó el jueves) y le ofrece un control del mismo y hasta su incorporación si interioriza una amenaza imprecisa de procedencia medio-oriental. Y Moscú corresponde aceptando el tránsito por suelo ruso de convoyes con género diverso, aunque no militar, hacia Afganistán incluido carburante, que, salvo error, es un artículo de eventual utilización militar. Ha llamado la atención la aparente rapidez con que la parte rusa aceptó colaborar, una prueba de pragmatismo y sentido de la oportunidad: tampoco Moscú desea un régimen talibán en Kabul y piensa mucho en Chechenia, ese territorio al que Boris Yeltsin llamaba siempre nuestra República.

Kosovo está, de hecho, amortizado como cuestión polémica y, sin ceder en los principios, Rusia se resigna al nuevo statu quo y se conforma con que Berlín haya impuesto su tesis de que, después de trocear Serbia, la UE ya no puede permitirse ni un paso más en la provocación a la Federación Rusa. A eso obedece, sencillamente, que los europeos no hayan seguido a Washington en su petición de meter a Ucrania en la Alianza ya mismo. En Sochi mañana todo esto se verá como pasado o encarrilado. El encuentro suena más a un adiós personal entre dos profesionales de la política.