Los frascos pequeños
«Las mejores esencias se guardan en frascos pequeños», me repetía mi abuela una y otra vez en esa época absurda de toda persona conocida como adolescencia, en la que no estamos contentos con nada ni con nadie, y mucho menos con nosotros mismos. De pequeña era menos obvio, pero cuando empecé a crecer descubrí con horror cómo mis amigas comenzaban a sacarme una cuarta y yo quedaba relegada a ocupar ese frustrante puesto de la bajita del grupo.
Actualizado: GuardarEntonces el hecho de ser más o menos agraciada parecía secundario, y lo único que importaba a la hora de ligar eran tus curvas y, por supuesto, si eras prima de Tachenko. Con el tiempo, afortunadamente, los complejos se superan, pero te reafirmas en la idea de que la vida está hecha para los de alta estatura. En el caso de los modelos, por ejemplo, se entiende el hecho de que se busque a personas esbeltas, pero no comprendo por qué las pequeñas no pueden lucir modelitos con igual o mayor prestancia que las más grandes. Las profesiones relacionadas con la seguridad nos están vetadas, por no hablar de la carrera de obstáculos que supone para nosotros la vida cotidiana en la cocina, con muebles monísimos de diseño preparados para ser utilizados por grandullones. En mi caso, una tarea tan nimia para cualquiera como buscar unos zapatos se convierte en una verdadera odisea, pues los fabricantes han decidido que ya no existe gente por debajo del 1,60, y los números pequeños se han esfumado de la faz de la tierra. A pesar de estos inconvenientes, no tengo más que romper una lanza a favor de esas pequeñas pero grandes personas, que con su gracia natural no tienen nada que envidiar a los que miran la vida desde las alturas.