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EL COMENTARIO

La foto del patito feo

Los seres humanos suelen agruparse para salir en la foto, y antes de finalizar las cumbres internacionales siempre se oye la voz que advierte a los dignatarios de que ha llegado el fotógrafo. Y se forma el cuadro, en el que una medio sonrisa colectiva procura disimular discrepancias y tensiones. La fotografía de un Zapatero solitario y aparentemente absorbido por la lectura de un documento, mientras el resto de los prohombres atlánticos, como en veneración arcangélica, trazan al fondo dos o tres semicírculos en torno a George W. Bush, de espaldas a nuestro presidente, refleja un instante de la cumbre; pero nadie negaría que la elocuencia gráfica se presta a interpretaciones variadas, pero dentro de una misma versión.

FEDERICO ABASCAL
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España es uno de los siete países más importantes del planeta y, por supuesto, de la OTAN, y ni el resentimiento de Bush por la repatriación de los soldados españoles enviados a Irak ni su petulancia infantiloide de gran jefe blanco justificarían el menor menosprecio del presidente norteamericano al español. Pero tampoco debiera interpretarse como un desdén de Zapatero a Bush el hecho de seguir sentado en su sitio y no sumarse a la expresión colectiva de afectos que los mandatarios de la OTAN dedicaban al casi amortizado ya inquilino de la Casa Blanca. Esa amortización, a partir de las elecciones del próximo noviembre, no afecta para nada al poder que Bush y los dos hombres más fuertes de sus gobiernos seguirán manteniendo, desde el rancho de Texas o desde los despachos de Washington, en el sector petrolífero de Estados Unidos y sus ramificaciones tentaculares.

En la soledad de la fotografía que ayer ilustró varias portadas, Zapatero parece muy ligero de equipaje y hasta como el patito feo al que los cisnes, palmeros más que comparsas, olvidan en su pleitesía hospitalaria a Bush. Pero da como gusto que nuestro presidente se quede quieto y solo, sin intentar que su mariposeo en torno al gran jefe blanco pudiera interpretarse como un anhelo por conseguir su indulgencia. Bien es verdad que Bush ha conseguido en Bucarest prácticamente lo que se proponía, y hasta ha recibido a un Putin que no ha hecho aspavientos por la paulatina aproximación de la OTAN a las fronteras rusas ni por el cordón antimisiles que va a plantar el Pentágono en la atmósfera europea. Es Bush el hombre con más poder del mundo, y, comparada con él, la figura solitaria de Zapatero, leyendo el orden del día atlántico en una mesa abandonada por sus homólogos, transmite la imagen de una dignidad de antiguo hidalgo pobre. El patito feo de la fotografía ha ganado por segunda vez unas elecciones manteniendo sobre Irak ideas y diagnósticos, políticos y sobre todo morales, radicalmente opuestos a los de Bush.