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PRESENTACIÓN. Enrique Cerezo, Óscar Jaenada, Paolo Vasile, Manuel Gutiérrez Aragón, Vanessa Incontrada y José Coronado, ayer en Málaga. / FRANCIS SILVA
Cultura

«Mientras haya un sólo amenazado nadie puede ser libre»

Gutiérrez Aragón conmociona Málaga con 'Todos estamos invitados' y equipara la barbarie etarra al franquismo, «cuando tampoco pasaba nada si mirabas hacia otro lado»

OSKAR L. BELATEGUI
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A una semana de su estreno, Todos estamos invitados se exhibió ayer ante el público por primera vez en el festival de Málaga. Y aunque las películas de inauguración rara vez acceden al palmarés al quedar lejanas en la memoria del jurado, los festivaleros concluían que el mejor trabajo de Manuel Gutiérrez Aragón en años no tendrá rival en la sección oficial. El director compareció junto a los productores Paolo Vasile y Enrique Cerezo, que le encargaron dar testimonio del infierno cotidiano de los amenazados por ETA y de la cobardía de una sociedad que mira hacia otro lado. El consejero delegado de Tele 5 no se anduvo con chiquitas: «Donde no llega la política ni la justicia llega la comunicación. En Italia ocurrió lo mismo con la mafia: conseguimos que se instalara el rechazo en la conciencia colectiva».

Gutiérrez Aragón precisó que esta crónica de las vivencias de un profesor universitario en el punto de mira no trata sobre ETA. «A estas alturas, qué vas a denunciar de la banda... Trata de los amenazados, que no salen tanto en la prensa, a no ser que se conviertan en víctimas. A los directores españoles se nos ha reprochado que nos preocupemos de Irak e ignoremos el conflicto vasco, pero no es fácil abordar una realidad tan tremenda, que da un titular cada día». El autor de El caballero don Quijote alabó al protagonista, José Coronado, «porque es mucho más difícil hacer de cartero que de Hamlet, y él no encarna a un héroe, sino a un hombre con miedo y dignidad».

Su antagonista es un etarra amnésico tras un atentado (Oscar Jaenada), un personaje que existió en la realidad. «Puede parecer surrealista pero es el personaje más real de todos. Un criminal que, sin memoria, se transforma en niño. Me daba pie a reflexionar sobre qué debemos recordar y olvidar para sobrevivir». El tercer vértice del triángulo lo forma la novia italiana del profesor (Vanessa Incontrada), cuya mirada «extranjera, marciana» se corresponde con la del cineasta. «Recuerdo cuando iba al festival de San Sebastián y estaba con amigos amenazados. Año tras año llegó a resultarme natural verlos como si hubieran nacido con un escolta en la espalda».

Frialdad de la Ertzaintza

Todos estamos invitados habla, en definitiva, «de lo terrible que resulta que nos acostumbremos al mal». El director nunca vaciló al abordar un tema que hiere tantas sensibilidades. «Jamás tuve miedo, ya me pilla muy mayor. Miedo me daba el franquismo, un tiempo donde tampoco pasaba nada si mirabas para otro lado. Mientras haya un solo amenazado, nadie puede ser libre». El rodaje en San Sebastián no esquivó la conflictiva Parte Vieja. Y todo fue como la seda. «A veces se acercaba gente a felicitarnos, eso sí, en voz baja».

La cinta no tiene piedad con los estamentos que rodean al protagonista. La universidad es un territorio hostil; la Iglesia, representada en un amigo sacerdote, ciega y sorda; la Ertzaintza le recomienda con gélida profesionalidad su rutina de supervivencia: la mejor autoprotección es estar calladito. «La Ertzaintza es dura con los amenazados», admite Gutiérrez Aragón. «Pero esa frialdad es para hacerles ver su situación. En cuanto a la Iglesia, siempre ha tenido en el País Vasco una actitud calculadamente ambigua: 'Todos somos hermanos, víctimas y verdugos'. Ya, pero no se les demanda el perdón de Dios, sino otra cosa».

Todos estamos invitados se empezó a rodar en tiempos de tregua y se estrena con ETA volviendo a matar. «Por eso transcurre en una época indeterminada, donde lo único que no ha variado son los que miran hacia otro lado. El único cambio que veo en el País Vasco es el cambio climático».