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SUSTO. Liria fue atropellado al recibir a 'portagallola'. / EFE
Sociedad

Pepín Liria vive una catarata de emociones en su adiós a Sevilla

A pesar de que el diestro fue cogido hasta dos veces por el cuarto de la tarde, salió triunfador en la importante tarde de su despedida. Tres toros sobresalientes de Victorino levantaron la tarde con su bravura

BARQUERITO
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Era la despedida de Sevilla de Pepín Liria y lo sacaron a saludar antes de soltarse ese toro que despachó resueltamente. Sin dudas ni agobios. Cinco pinchazos y media sin puntilla. Ferrera, firme en el saludo de capa, prendió cuarteando y al salto dos pares comprometidos de banderillas y un tercero quebrando. Toro peleón, pronto pero revoltoso. No rompió, no se entregó ni descolgó ni remató viajes. Se movió con desorden; rebrincándose por la mano derecha. Ferrera se puso enseguida, pero no llegó a templarse propiamente. Los cambiados de remate fueron notables. El broche de una soberbia estocada.

Ni carne ni pescado hasta que saltó el tercero. Y entonces fue como si empezara otra corrida distinta. De fantástica intensidad, cargada de sucesos, emociones y polémica. Un espectáculo extraordinario. El primer lugar, tres toros de estilo sobresaliente. Los tres mejores de cuanto va de feria. Lindo y templado manejo de El Cid, que brindó a Liria en generoso gesto.

La mecha de la traca mayor se vino a prender después. Fiel a su credo de tantas otras veces en Sevilla, Pepín Liria se fue a porta gayola a saludar al cuarto. La ovación y el runrún, de trueno. Todavía hincado de hinojos, Liria quedó al descubierto y sólo pudo, en un golpe de instinto, tratar desde el suelo de taparle la cara al toro con un revuelo de punta de capote. No atendió el toro, que lo prendió por la entrepierna y lo volteó como a pelele. Liria tuvo la suerte de saber caer sin troncharse. Quitado el toro, Pepín tomó del suelo el capote, hizo taparse en cosa de segundos a todos y en menos de nada estuvo enfilado con el toro. En terreno de toriles, le pegó cinco, seis, siete lances de templadísimo vuelo. La música atacó en ese instante preciso, la gente se puso de pie y la fiesta fue mayúscula. Con la taleguilla recompuesta con esparadrapos, Liria brindó el toro de la despedida. Con él vivió momentos de emociones sin cuento.