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SIEMPRE JUNTOS. La familia solicita al Hospital «una habitación grande en la que podamos estar todos porque nos da vergüenza».
Jerez

Acompañando al patriarca

Una docena de familiares de un paciente ingresado duerme en la sala de espera del Hospital Materno-Infantil desde hace alrededor de tres semanas

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Dicen que su familia está formada por unas 300 personas repartidas por toda España y que una docena de ellos -los más cercanos- pasan día y noche en el Hospital de Jerez. No se irán de allí mientras el patriarca siga ingresado intentando superar una afección neurálgica grave. La familia Moreno, de etnia gitana, duerme, come y vive en la sala de espera del edificio de Materno-Infantil desde hace más de tres semanas y «puede que vaya para largo».

«Echamos las mantas -dicen mientras las señalan apiladas en un rincón de la estancia- y dormimos aquí mismo, pero antes de las ocho de la mañana ya nos están levantando», explican los hijos y sobrinos, que temen la llegada del médico con una mala noticia procedente de unas plantas más arriba. Por fortuna, han encontrado la comprensión del personal sanitario y de la dirección del Hospital de Jerez, que les ha cedido unos sillones para que estén más cómodos, dentro de lo que cabe.

Acompañar al patriarca en los últimos días de su vida es una de las tradiciones que los gitanos llevan a rajatabla y ni se les pasa por la cabeza marcharse del Hospital aunque sea un momento. Estarán junto a él hasta el final, pase lo que pase: «Entramos y salimos. Comemos en el bar o compramos pan y chopped para hacer los bocadillos». Uno de ellos acaba de salir de una operación y otro está enfermo, pero no se retiran unos metros del centro sanitario jerezano por lo que pueda pasar.

Después de tantos días durmiendo sobre unas mantas, empiezan a resentirse y aseguran que «ya hemos perdido varios kilos». Por eso sugieren que «nos den una habitación grande en la que podamos dormir todos y que no estuviera a la vista. Con una habitación nos apañamos». El ir y venir de visitantes al Hospital es constante durante todo el día y las miradas caen muchas veces sobre ellos. «Somos jóvenes y nos da vergüenza estar aquí en medio. Está feo». Incluso han barajado ya la posibilidad de «comprar una tienda de campaña y ponerla ahí enfrente para poder dormir», en previsión de que el más veterano de la familia siga mucho tiempo ingresado por sus dolencias.

De Linares

La familia Moreno al completo procede de la localidad de Linares (Jaén), lugar del que tuvieron que marcharse hace un par de años por un conflicto con otro clan gitano al que están enfrentados desde entonces: «De allí se han ido 150 familias como nosotros. Es una cosa complicada», explican recordando lo que, sin duda, han sido -y siguen siendo- vivencias duras para todos. Allí había nacido y vivido toda la familia hasta aquel momento. Apenas han cumplido un par de meses de estancia en Jerez, después de haber vivido una temporada en Écija.

Se dedican a la venta ambulante y a recoger chatarra para alimentar a sus numerosas familias. Los que ayer deambulaban por la sala de espera del Hospital tienen entre tres y cinco hijos, a pesar de su juventud, e incluso había un abuelo entre ellos que aún no había cumplido los cuarenta años.

Después de haber sido atendidos por los Servicios Sociales del Ayuntamiento de Jerez, residen en la barriada de San Juan de Dios en Viviendas de Protección Oficial con régimen de alquiler, aunque sus ganancias no dan a veces para poder abonarlo. Ya tienen cita prevista con un asistente social «para hablar del comedor del colegio de los niños», asegura la abuela, que acaba de regresar al centro hospitalario tras pasar un rato por su casa para asearse.

Todos escuchan con atención y silencio lo que dice la esposa del enfermo hospitalizado, madre o tía de los que están allí: «Mi marido ha trabajado toda su vida en el campo y le ha quedado una paga de 20.000 duros», o sea, 600 euros, de donde tienen que salir 380 euros de alquiler más todos los gastos propios de una casa: la luz, el gas, la comunidad, la alimentación, la ropa... «Así los niños -ya con familia propia- tienen que salir a por chatarra, a lo que puedan», asegura. «Todo el mundo sabe en Linares quiénes somos y cómo somos», asegura orgullosa.

«Aquí no hay racismo»

Mientras pasan las horas hablan de todo un poco: del origen indio de los gitanos, de los hijos, del poco trabajo que hay, de lo bien que se vive en Jerez o de cualquier acontecimiento de actualidad que vean en el televisor de la sala de espera del Hospital, como las investigaciones por el fallecimiento de la pequeña Mari Luz en Huelva. Piensan que en esta ciudad «no hay racismo; bueno, algo, como en todas partes, pero a los gitanos de bien se les respeta». No ocurre lo mismo en otras ciudades y eso provocó, según ellos mismos señalan, que acabaran recalando en Jerez. «Es un sitio mejor para criar a los niños. Uno tiene que adaptarse a un sitio nuevo y ya está», concluyen.

vmontero@lavozdigital.es