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Opinion

El estigma de la corrupción

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a carrera política más brillante puede acabar de la noche a la mañana si el estigma de la corrupción salpica su trayectoria como le acaba de ocurrir al primer ministro irlandés, el legendario Bertie Ahern, cuya aportación a la pacificación de Irlanda y a su espectacular crecimiento económico le han mantenido en el poder los últimos once años. Pero el llamado «hombre de teflón» ha doblado la rodilla anunciando su dimisión en el convencimiento de que la irrenunciable presunción de inocencia no es suficiente para que un político investigado pueda resistir la presión de la acción política y los vendavales que se desatan una vez que la opinión pública ha perdido la confianza en su honestidad.