Un hombre llamado Cavallo
Ha llovido mucho y ha escampado otras tantas veces desde que Clemenceau, después de viajar por las hermosas tierras argentinas, dijo eso de que «es un país tan rico que se recupera durante las ocho horas que duermen sus políticos». Ahora parece que llevan una larga temporada sufriendo insomnio. Quizá la belleza no sea una de las cualidades imprescindible para ejercer el gobierno de una nación y Cristina Fernández ha hecho que vuelva el desorden y la angustia. Los agricultores, como es natural, rechazan la subida de impuestos a las exportaciones de grano y han interceptado las carreteras.
Actualizado: GuardarA quienes llevamos Argentina en el corazón, no sólo a Gardel, a Di Stéfano, a Maradona y a Borges, sino a muchos amigos de allá, que son también de acá, se nos hace un nudo en el pecho, a media altura. ¿Cuál es el indescifrable enigma argentino? ¿Por qué no siendo individualmente inferiores a nadie, son un estruendoso fracaso colectivo? Al llegar a Buenos Aires, extraditado desde España, el ex militar Ricardo Miguel Cavallo se ha negado a declarar ante los tribunales de Justicia de su país acusado de delitos de lesa humanidad. La dictadura, que duró desde 1976 a 1983, y que si dura más no deja a nadie vivo, extinguió a buena parte de la juventud. Los represores pensaron que para salvar a la patria no había un procedimiento mejor que disminuir el número de compatriotas.
Al genocidio y al terrorismo de Estado se unieron las minuciosas torturas. Cavallo está considerado como un especialista. Lo reconocieron algunos supervivientes, que atestiguaron contra el heroico martirizador cuyo campo de batalla eran las celdas. No hay que aplicarle sus propias técnicas. Sólo la ley, pero el sagrado monosílabo está merecidamente desacreditado.