FALLO. El diestro Fernando Cruz pierde la muleta ante el segundo de su lote.
SEVILLA 5º DE ABONO

Fernando Cruz, casi un héroe en Sevilla

Hermosa faena de clase y alto riesgo del toreo de Chamberí con el toro más difícil de una imponente corrida

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El toro difícil de la imponente corrida de Cuadri fue el tercero. Difícil de verdad. Violento, bruto, artero y con sentido. Dos derrotes al cuello del caballo en varas, pero se libró el caballo en gran esgrima. Salió enterándose, volvió contrario, desarmó a Fernando Cruz en el saludo y le arrebató el capote como en un zarpazo. Dos derrotes al cuello del caballo en varas, pero se libró el caballo en gran esgrima. Hundido en la remullida arena del terreno de picar, el toro se estuvo sentado un ratito. Luego, echó fieramente la cara arriba en banderillas. Pero con él se animó Fernando Cruz sin esconderse. Sería por hacer honor a un brindis al cielo desde los medios. Destapado, descarado con torería. Recia finura, linda pureza, una estampa.

Y entonces se vivieron momentos de pasión y hasta angustia, porque el toro anduvo con la antena puesta siempre. Más que del engaño, pendiente de las zapatillas y del cuerpo que buscaba al salir de los vuelos y hasta antes de salir. Arreaba estopa a mitad de embroque por la mano izquierda. Rara agresividad. El toro estuvo midiendo a Fernando con la mirada hasta el mismo momento de doblar. Entero, dispuesto y sereno el torero de Chamberí. Mucha calma, aunque al cuarto embroque había estado a punto de ser arrollado. El dominio de la situación fue llamativo. La entrega, imperturbable. Toreo del clásico, no de recursos ni de castigo, sino de dibujo. Lo cual se hacía casi imposible porque el toro no cedió y se fue enterando cada vez más. Los muletazos buenos fueron muy caros. Por difíciles y por la compostura. Una faena de las que en Sevilla se saben valorar y medir. De las pesan el doble al día siguiente. Una estocada tendida.

Ingrata salió casi entera la corrida de Cuadri, pero ninguno sacó la perfidia de ese tercero. Corrida muy armada, de mucha caja y muy cuajada. Culatas descomunales como remolques, pechos pesados. El exceso de volumen y peso, o la falta de motor, y hasta las dos cosas a la vez, fueron lastre común. Como si se agarraran al suelo los toros . Incluso los que quisieron venirse y se vinieron más de dos veces seguidas.

El primero, un punto tardo, se quedaba sin aire a mitad de embroque y ahí se paraba. Sánchez Vara, que debutaba en la Maestranza y se hizo querer con las banderillas, lo aguantó con paciencia. Bien encajado, tiró de él a pulso en una notable tanda con la izquierda. Faena bien tramada y rematada. El segundo, de formidables proporciones, en tromba en los primeros compases, se aplomó después de una dura vara que tomó repuchándose. Iván García se lo sacó a los medios y ahí trató de sostenerla sin enmendarla. No se prestó el toro, que repuso por la mano izquierda y pesó lo suyo por la derecha. El cuarto, cinqueño de 610 kilos y espectacular badana, y, sin embargo, más ligero que los demás, fue toro de buen galope y bravo en el caballo. Sánchez Vara lo manejó con oficio en los dos primeros tercios, pero pecó de castigarlo más de la cuenta en los seis primeros muletazos de una faena honrada, resuelta, guerrera y algo precipitada también. A los dos toros los tumbó el torero alcarreño de estocadas ligeramente desprendidas pero cobradas con conmovedora seguridad.

El quinto, que salió con buenos pies, remató de salida, cobró un estrellón perverso antes de varas, se desfogó en el caballo pero sin poder con él y cumplió con la norma de conducta: se vino a aplomar en la muleta pero no a rendirse. No llegó a acoplarse ni a confiarse Iván García, que, para reaparecer tras una grave cornada que lo ha tenido parado más de seis meses, eligió justamente Sevilla y la corrida de Cuadri. Y ese quinto toro se lo recordó. El sexto, moñudo y corto, pero hondo, fue el más bondadoso del envío. Para compensar en balanza las intenciones del tercero, con el que entró en lote. Pero se asfixió en seguida, escarbó, se aculó en tablas en banderillas y todo lo que tuvo de noble fue lo que le faltó de fondo. Hasta pararse. Buenas intenciones de Fernando Cruz, que lo tapó mucho y lo llevó empapado en muletazos sueltos. Los pocos que duró el toro.