Hablemos de motos
Repasando mi particular hemeroteca, aquélla en la que reúno el más de un centenar de columnas que llevo publicadas en estas páginas, desde que el diario LA VOZ viera la luz allá por los primeros días de la primavera de 2006, observo que hace justamente un año, con motivo de la puesta en marcha por primera vez del férreo dispositivo de seguridad coincidente con el mundial de motos, publiqué una columna en la que bajo el título de: «Ni calvo, ni », felicitaba por la valentía en poner en marcha dicho dispositivo -no era fácil-, a la vez que pedía un esfuerzo para saber conjugar los dos mundiales que se han venido celebrando en esta ciudad: por un lado el de la ciudad sin ley y la locura, pero también del divertimento generalizado y la atracción de moteros, que desde 1986 se venía viviendo en Jerez; y por otro el de las dos últimas ediciones, caracterizado por una ciudad muy seria, controlada policialmente hasta límites que rayan el estado de sitio, y con unos moteros que se están animando entre ellos para dejar de venir a este mundial, en el que cada vez les resulta más complicado hallar un sitio para divertirse, quemar goma o hacer piruetas.
Actualizado: GuardarLa verdad es que nuestras Autoridades lo tienen realmente difícil. Al ritmo actual -y detesto ser pájaro de mal agüero- calculo que para 2015 Jerez dejará de ser sede de una de las pruebas del Mundial de Motos, salvo que los responsables de la cita jerezana se esfuercen en conjugar ese difícil equilibrio que supone atraer a miles de moteros venidos desde toda Europa, con una ciudad en la que durante el fin de semana de las motos deben respetarse ciertos estándares de convivencia.
No quiero caer en la simplificación. Sería fácil decir -como he oído estos días- que la culpa de todo la tiene el anterior Alcalde que permitió que en Jerez no existieran leyes durante el fin de semana. Comprendan que eso es una falacia, pues aunque pueda haber algo de cierto, también lo es que durante veinte largas ediciones las autoridades andaluzas y nacionales han mirado para otro sitio cuando se acercaba el mundial, convirtiéndose éste en problema casi exclusivo de la ciudad de Jerez.
Oyendo las declaraciones de los actuales responsables políticos, parece que el Circuito de Jerez haya sido creado por la Junta andaluza y que el mundial naciera ayer, gracias a que nuestra Alcaldesa está en plena sintonía política con los responsables autonómicos y nacionales. ¿Grave error! Jerez durante 20 largos años se ha tragado el mundial solita. No sólo en lo económico, afrontando el pago del canon, sino también en la responsabilidad de su puesta en marcha, control y mantenimiento. Resulta muy fácil hacer cumplir la Ley cuando todas las Autoridades se implican en ello, y a Jerez acuden policías allende los mares. Cuando la movida del mundial debía ser controlada casi en exclusiva por la Policía Local jerezana, era relativamente fácil que la cosa se nos fuera de madre, como efectivamente así fue.
Pero conviene no equivocarse. Jerez es la catedral de las motos, no sólo por la prueba, no sólo por su circuito, no sólo por el trazado o la profesionalidad de los que en él trabajan, sino también por la ciudad en sí. Si seguimos tratando al motero como delincuente en potencia que viene a Jerez sólo a dar «por culo», casi mejor es que nos planteemos con seriedad y rigor dejar que esta prueba la organicen otras ciudades. Al motero durante veinte largos años se le ha dado todo tipo de permisividad en nuestra ciudad. Cuando eso se va modificando de forma progresiva, uno incluso termina por acostumbrarse.
Cuando el corte se hace tajante y de una sólo vez, la reacción puede auspiciar que Jerez pierda su mundial. Los aproximados cincuenta millones de euros que la zona ha recibido durante el fin de semana, son suficiente acicate como para que las Autoridades se pongan a trabajar -no todo van a ser fotos en el podium- de modo que Jerez, sin volver a ser ciudad sin Ley, recupere el atractivo que la convirtió en catedral de las dos ruedas. Temo que sigue vigente el titulo de la columna escrita un año atrás: «Ni calvo, ni ».