CASI SOLO. Aspecto completo y casi solitario del emblemático edificio del Gallo Azul.
Jerez

Un despejado Gallo Azul

El jerezanísimo edificio del Gallo Azul se presentó el pasado fin de semana sin ajetreo alguno, como posando para la instantánea

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Otra estampa que forma parte de Jerez. Nada fue igual para la imagen de la ciudad después de que fuese construido e inaugurado en los primeros años del siglo XX. Su creador fue uno de los arquitectos más representativos del estilo regionalista: Aníbal González Álvarez de Ossorio. Este sevillano, autor también de la estación de ferrocarril en Jerez o de hacer frente, entre otros muchos trabajos, a la jefatura arquitectónica de las obras de preparación de la Exposición Iberoamericana de 1929 en la Capital Hispalense, fue a quien la firma Pedro Domecq le encarga el diseño de este edificio destinado a ser bifurcación de dos arterias tan conocidas como la calle Larga y la calle Santa María. Ahí quedó un edificio que se define como semicircular y de ladrillo visto. En la zona baja se observa la conocida galería que está sustentada sobre unas columnas jónicas de mármol.

Destaca la ausencia de adornos y azulejos. Se trata obra que, según los distintos estudios realizados, coinciden en afirmar de que se trata de un regionalismo con notas clasicistas.

El pasado fin de semana, el Gallo Azul se presentaba sin blindajes, con una cierta desnudez ante los viandantes que paseaban por la calle Larga. Sin veladores a la puerta y sin esa estructura de cristales que hacen una especie de reservado para los clientes, el edificio casi centenario presentaba un aspecto bastante inusual al que casi todo jerezano tiene de él, siempre rodeado de camareros y viandantes. «Pues ahora que usted lo dice sí que es cierto que está un poco desnudo. Ni me había fijado en el detalle, de verdad», señala un señor un tanto despistado y que, según afirma, es un jerezano de toda la vida.

Sin barreras

Nadie se había percatado de la despojada presencia de este emblemático edificio, conformando un marco incomparable, que diría un cursi.

Y como epílogo, un detalle curioso. Atención al león que completa el alto de la fachada, insertado en un semicírculo y que, en su día, fue reclamo publicitario del brandy Fundador. El detalle se repite en la base del reloj situado a los pies del edificio. Detalle al que habrá que darle espacio en otra ocasión porque, sin duda, merecerá la pena. Pero eso será harina de otro costal.