Crítica de TV | Curados de espanto
Actualizado:Leer un libro requiere un esfuerzo, aparte del económico, ya que están muy caros. Hay que sujetarlo con una o dos manos para poder leerlo y asimilar de esta forma su contenido. Oír la radio precisa de una atención especial. Sin embargo, ver la televisión es lo más cómodo que hay. A veces, el aparato receptor no necesita ni que lo encendamos, ya que suele estar funcionando todo el día en casa. Esa relajación que adquirimos delante de la pantalla provoca una negativa bajada de las defensas mentales; es decir, se produce un fenómeno que nos deja sin apenas espíritu crítico. Aunque uno intente evitarlo, que tire la primera piedra el que no haya visto la televisión durante un rato sin aportar el más mínimo juicio de valor. En la tele hay de todo, como en botica. Malo y bueno, mejor y peor, óptimo y pésimo. Un servidor considera que abunda más lo segundo, pero respeta a quien opina lo contrario. También se da la mezcolanza. Dentro de lo bueno hay cosas malas y entre lo malo se cuelan cosas buenas. Es el caso del programa ¿Qué apostamos?, una de mis debilidades televisivas, como quedó reflejado en una crítica anterior. Pero como la perfección no existe, el espacio mostró en la entrega de hace dos sábados su cara menos agradable. Se trata de la prueba a que fueron sometidos los presentadores, Rocío Madrid y Carlos Lozano. Con los ojos vendados, debieron degustar un asqueroso menú. Vísceras poco habituales en las recetas cotidianas e insectos de todo tipo componían la comida que se llevaron a la boca las susodichas personas. Los primeros planos de ambos escupiendo los bocados y haciendo gestos de desaprobación fueron de lo más repugnante. La escena seguro que la vieron la mayoría de los televidentes que en ese momento seguían el programa. Pocos cambiarían de cadena. ¿Por qué a un comensal de los que diariamente se sientan a nuestro lado (familiares, habitualmente) no le permitimos la más mínima mueca repulsiva con la comida y a la pequeña pantalla le perdonamos bromas de tan mal gusto? Nuestra mente de seres nacidos en la era de la televisión actúa como un sedante en estos casos. Los presentadores llevan incluido en el sueldo pasar por semejantes pruebas (aunque eso también habría que discutirlo), pero el telespectador, ¿qué necesidad tiene de ver esas cosas? Lamentablemente, estamos curados de espanto.