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EN EL BÚNKER. Rafael Quirós habla por teléfono, mientras sus compañeros debaten un tema.
Ciudadanos

Como el barco de Chanquete pero en madera de la buena

La vida municipal gira en torno a un «despacho-búnker» que se construyó el alcalde anterior y que choca con la antigüedad del resto de las dependencias

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Luisa entra veloz en el despacho y en voz alta anuncia a sus compañeros: ¿Ya os podeís morir!. Si no fuese por el contenido de la frase, cualquiera diría que le ha tocado la lotería. Se hace el silencio y grita ilusionada que han concedido al Ayuntamiento la ayuda para la ampliación del cementerio, al que apenas le quedan cinco nichos por ocupar. La concejal de Presidencia se apresura a desplegar el plano del camposanto sobre la mesa y todos opinan. Hasta la de Bienestar Social, Olga González, que no ha soltado el teléfono en toda la mañana haciendo gestiones. La vida municipal gira en torno a un despacho-búnker que se hizo el anterior alcalde del PP de «madera de la buena» y que esconde rincones insólitos, como uno decorado con luces de colores y sofalito incluido que hace volar la imaginación de cualquier mal pensado. Choca la majestuosidad de este espacio con el resto de dependencias municipales, ya obsoletas y detorioradas por el paso del tiempo y la falta de mantenimiento. La unica aportación del equipo de Gobierno al despacho es un cuadro de la Virgen del Carmen, patrona de la localidad.

Trabajar con 60 millones de deuda a las espaldas no es fácil, sobre todo teniendo en cuenta que en los primeros meses «aquí no había ni un papel, faltaban facturas y era a través de la gente que llamaba al Ayuntamiento reclamando su dinero por la que nos enterábamos que había impagos. Una locura», explica Olga, que además es diputada provincial. No era el único problema, ni mucho menos. Durante décadas, a las puertas del Ayuntamiento se hacían colas de vecinos que recibían los llamados «vales del eco», una especie de cheque que entregaba el alcalde mensualmente para la compra de alimentos. Como las cartillas de racionamiento, pero de ahora, que incluso se llegaban a heredar de padres a hijos. Otra prevenda que facilitaba el Consistorio para tener contentos a los vecinos era el «ticket del Comes para ir al hospital», que algún que otro listillo vendía en la parada a precio módico. Con el tiempo los alimentos se habían convertido en brillantina para el pelo, suavizantes o licores y su fin social se había prostituido. El nuevo equipo de gobierno, con su alcalde a la cabeza, Rafael Quirós, ha querido poner orden en todo este desaguisado: «No vamos a quitar las ayudas, sino que van a ser los técnicos y, no el alcalde, los que valoren quienes tienen que recibirlas», explicaba. Todos estan con él y forman un equipo en el que «ninguno teníamos experiencia política, pero sí ulusión y ganas de sobra». Entre ellos hay primos, cuñados, amigos de la pandilla, conocidos de tomar café, militantes y no militantes que tienen un objetivo común: «Dejar de mirar los toros desde la barrera y lanzarnos al ruedo, porque nos indignaba cómo estaba el pueblo», confiesa Domínguez Tocino, un maestro de 46 años que lleva el área de Urbanismo y Educación y que ahora está centrado en el proyecto de rehabilitación de la lonja, que van a construir nueva. Patricio Quirós, el edil de Fomento, expone cómo el taller de empleo de Las Cunitas está arreglando un barrio que «llevaba ocho años levantado» como si de su propia casa se tratase, mientras que Jacinto Moreno se encarga de las cuentas, tarea nada fácil en un Ayuntamiento casi en quiebra. No le falta la ayuda de la interventora, Raquel Gutiérrez, de sólo 26 años, la más joven de la provincia y de Paqui Amores, la secretaria municipal. En el palomar, su hermano José Diego intenta poner orden en el archivo, no sin antes limpiar de plumas los legajos almacenados en la azotea, símbolo de la dejader de un pueblo que ha tenido cortada las alas.